1 de febrero de 2009

Lasker en los cafés de Berlín

Julián Alonso Martín

JAQUE 630 


Me propongo hacer un recorrido por escenarios bien conocidos para quien ha sido, todavía hoy, el campeón del mundo con más años de permanencia en el trono del ajedrez. Esos escenarios son los cafés de Berlín y el guía Emanuel Lasker. Quisiera que aquellos –los cafés- fueran los protagonistas de mi relato; pero no sé si, al final, la personalidad de Lasker y su formidable trayectoria personal y deportiva terminarán imponiéndose…

París era la “capital” del ajedrez europeo cuando, en 1851, se organizaba en Londres el primer gran torneo de la historia. En la ciudad del Sena, el Café de la Regencia resultaba ser el más famoso lugar de reunión de los ajedrecistas. Después de que el centro de atención y consideración hacia nuestro juego se trasladara a la capital londinense, otros locales, con el Simpson´s a la cabeza, pasaron a ser las estancias predilectas de aficionados y maestros. Steinitz se estableció en la ciudad del Támesis poco después de que allí terminara el torneo de 1862 (ganado por Anderssen). Lasker, su sucesor en el trono ajedrecístico, pasó una gran parte de su vida en Berlín.
Si seguimos la biografía de Emanuel Lasker que escribiera el doctor Hannak, comprobaremos de inmediato que el primer Café donde pusiera los pies el futuro campeón mundial es el famoso Kaiserhof. En efecto: a finales de los 1880, Emanuel “había terminado el colegio y entrado en la Universidad, pero en la escuela de su propia vida, seguía encontrándose mal. Estaba harto de pasarse horas en el salón de té para ganar unas miserables monedas; y quedó gratamente sorprendido cuando alguien le dijo que el gran Café Kaiserhof estaba a punto de iniciar su torneo anual de ajedrez, abierto a todos y reconocido por sus generosos premios.
El joven Lasker hizo acopio de todo su valor y entró en el pomposamente decorado y brillantemente iluminado Café. Sus enormes espejos reflejaron cruelmente el contraste entre su ropa gastada y la elegancia y bienestar de los descuidados berlineses y turistas que bebían sus cafés y chocolates y paladeaban enormes tartas con capas de nata líquida. Tímidamente, se deslizó en este - para él - desconocido ambiente de lujo palaciego y se acercó con humildad a la puerta del salón reservado para la Hermandad del Ajedrez. Y, ¡sorpresa!... Encontró aquí gente con el mismo aspecto descuidado y hambriento que él pero que parecían totalmente ajenos a sus problemas económicos y sus caras afiladas; todos ellos estaban totalmente absortos en esas 32 piezas de madera astutamente colocadas sobre 64 casillas.”
Salón del Café Kaiserhof
Como bien se sabe, Lasker ganó en 1890, empatado con su hermano Berthold, el torneo que organizaba la recién fundada Asociación de Maestros de Ajedrez y que se desarrolló en los salones del Kaiserhof. (Ver Recuadro 1) Durante decenios este local fue punto de reunión de los aficionados berlineses. Pero el día 1 de abril de 1906, el Café se cerró para siempre. “Los nuevos lugares de reunión son el Café Kürfurst (Französische Strasse 24) y el Café Bauer (Unter den Linden)”, apunta una revista de ajedrez, en abril de 1906.

El Café Bauer era muy conocido en Berlín. Se hallaba enfrente del Café Kranzler, en la esquina de Unter den Linden y Friedrichstrasse. Inaugurado en 1877 por el vienés Mathias Bauer, fue uno de los primeros cafés de la ciudad al estilo de los cafés vieneses y encontró luego muchos imitadores. Legendarios son los 800 periódicos europeos que se hallaban a disposición de los clientes; por ellos, Bauer pagaba la ingente suma 30.000 marcos anuales. Un café moca a la turca costaba sus buenos 25 centavos, mucho por aquel entonces. El 13 de septiembre de 1884, el Café Bauer se convierte en el primer local de Berlín iluminado con luz eléctrica. Tras la muerte del fundador, su viuda, Therese Bauer (1843-1906) y sus hijos prosiguieron con el negocio. En 1924, los herederos vendieron la casa a una sociedad que abrió un nuevo café con el nombre de Café unter den Linden (Café bajo los tilos). Durante la Segunda Guerra Mundial, el edificio resultó destruido.
Café Bauer en 1900
 
A comienzos del año 1891, Lasker fue invitado desde Londres y allí derrotó con facilidad a todos los adversarios que quieren enfrentarse a él. En noviembre de 1892 llegó a EE.UU y el 15 de marzo de 1894 daba comienzo en Nueva York el match con Steinitz, que ponía en juego su título. El resultado final (+10, =4, -5), proclamaba nuevo campeón al jugador alemán. El 6 de noviembre de 1896 comenzaba en Moscú el encuentro de revancha y, en esta ocasión, el resultado fue aún más contundente: (+10, =5, -2).
En 1902, Emanuel presentó su tesis en la Universidad de Erlangen… Una vez conseguido el doctorado de matemáticas, Lasker volvió por algún tiempo a Berlín y allí conoció a la que, años más tarde sería su esposa: Marta Bamberger, por aquel entonces, casada con Emil Kohn. Durante todo ese tiempo, las apariciones del campeón en competencias internacionales fueron escasas, aunque con resultados realmente espectaculares. En el famosísimo y fuerte torneo de Hastings del año 1895, se clasifica en tercera posición a un solo punto del ganador, Pillsbury, y a medio punto de Chigorin. Consigue los primeros premios de San Petersburgo 1895/6, Nüremberg 1896, Londres 1899 y París 1900. Después hay que esperar hasta 1904, para verle 2º/3º en la clasificación final del torneo de Cambridge-Springs, en la costa Este de EE.UU.
Pone su título en juego y la disputa comienza el 26 de enero de 1907 en Nueva York ; su desafiante, el americano Frank J. Marshall, recibe una soberana paliza (-7, =7, +0).

En 1908, Lasker estableció su residencia en Berlín. El amor y los preparativos de un posible encuentro en la cumbre con Tarrasch, condicionaron de forma evidente esta decisión.
Los deseos de Tarrasch para medirse en un match con Lasker, poniendo éste su título en juego, venían de lejos. Al resultar vencedor en Montecarlo 1903, el doktor había desafiado al campeón y tras la aceptación de Lasker, las condiciones del enfrentamiento fueron ampliamente difundidas en toda clase de publicaciones. Pero un accidente sufrido mientras patinaba en el hielo obligó a Tarrasch a pedir aplazamiento de la fecha, una petición a la que Lasker no accedió. Pasaron los años y una nueva oportunidad surgió hacia el final del año 1907 por la intervención de organizadores americanos y alemanes. Y, aunque las negociaciones no fueron sencillas, los adversarios disputaron el trono del ajedrez en Düsseldorf y Munich entre los meses de agosto y septiembre de 1908, con resultado favorable al campeón: (+8, -3, =5).
Después del triunfo, Lasker se retiró discretamente para dedicarse a la Filosofía… No duró mucho su alejamiento del tablero pues, a primeros del año siguiente, ya estaba disputando un torneo organizado en San Petersburgo en memoria de Chigorin, formidable competición que el campeón lideró junto a Rubinstein.
Al regresar de la capital de los zares, Lasker se quedó a vivir en París durante lo que restaba del año y se hizo asiduo -¡cómo no!- del Café de la Regencia, donde se le veía jugando o charlando con no importa quien. Y fue en este famoso Café donde el acaudalado pintor holandés Pierre Nardus consiguió convencerle de que se enfrentara a Janowsky. En el duelo donde ponía su título de campeón en juego, Lasker derrotó de forma inapelable (9 y medio puntos contra 1 y medio) al aspirante que no consiguió derrotarle ni una sola vez. El encuentro, disputado en Berlín, finalizaba el 8 de diciembre de 1910. Pero ese mismo año, el campeón había pasado por una situación muy comprometida a consecuencia del enfrentamiento que sostuvo con Carl Schlechter. La competencia comenzó el 7 de enero en el los salones del Wiener Schachklub y después de cuatro tablas seguidas, el campeón cayó en la quinta partida. La serie berlinesa (disputada en una sala aislada del Hotel Roma) comenzó con cuatro empates consecutivos –como en Viena- y, sólo gracias a su triunfo en la última partida, el campeón pudo conservar el trono.

Mientras en el Torneo de San Sebastián de 1911 se mostraba al mundo un nuevo astro del firmamento ajedrecístico, el vigente campeón mundial, es decir, Emanuel Lasker, proponía a Marta que fuera su esposa y adquiría en Berlín la casa donde iba a vivir el futuro matrimonio. Cuando cumplían su primer año de casados, la pareja hizo un viaje por América donde Lasker cumplió con una serie de compromisos ofreciendo charlas, conferencias y exhibiciones de simultáneas. De nuevo en casa, Emanuel compró un terreno rústico a veinte millas de la capital alemana. Disfrutaba con la naturaleza y se le ocurrió iniciar una experiencia como granjero. Fracasó. (Probablemente porque estaba más acostumbrado a pasar sus ratos de ocio tomando café y fumando en locales llenos de humo).

Tarrasch, irreconciliable adversario, también había establecido su residencia en Berlín. Pero el médico de Nüremberg, se reunía con una corte de admiradores en otro local berlinés: el Café Kerkau.
El Café Kerkau se encontraba en la calle Friedrich 59/60, esquina con la calle Leipzig. En este lugar, el arquitecto Carl Schafer dirigió la construcción, entre 1887 y 1889, del llamado Palacio Equitable por el nombre de la Compañía neoyorkina de Seguros de Vida que le había hecho el encargo. El Café se encontraba en las plantas primera y segunda; pero, además, en la planta primera había un salón donde se podía bailar. En el Café, también se jugaba al billar”. Precisamente, el nombre del Café parece que responde al de Hugo Kerkau, campeón de billar.
Café Kerkau en 1900
 
 Durante muchos años, los aficionados berlineses tuvieron oportunidad de practicar en este local su pasatiempo favorito y no fueron pocos los torneos celebrados en sus salones en las dos primeras décadas del siglo XX. Los más conocidos maestros del momento también ofrecían, de vez en cuando, alguna exhibición de partidas simultáneas. A finales del mes de agosto de 1902, Pillsbury se había enfrentado, “a la ciega” y simultáneamente, contra 12 fuertes aficionados locales. Unos días antes, en el mismo local pero “a la vista”, el vigente campeón mundial se había anotado 14 victorias con 6 tablas y una sola derrota.

Después de su matrimonio, Lasker vivió un tiempo en un estado de ánimo cercano a la felicidad, aunque un tanto alejado del tablero. Hasta que… El club de ajedrez de San Petersburgo estaba planeando la organización, para la primavera de 1914, de un espléndido torneo que pretendía reunir a todos los maestros de la elite mundial. Lasker no quiso resistir a la tentadora oferta y aceptó la invitación. Su actuación se saldó con una de las más resonantes victorias de toda su carrera deportiva.
Concluida su estancia en San Petersburgo, Lasker regresó a Berlín, hacia donde también se dirigía Capablanca para ofrecer unas simultáneas (ver Recuadro 2).
El 28 de junio de 1914 se produjo el magnicidio de Sarajevo. Cuando estalló la I Guerra Mundial, Lasker se encontraba en Alemania y se vio obligado a permanecer allí por algún tiempo. El ambiente bélico domina todos los ambientes y el ajedrez desaparece del panorama habitual. No obstante, algunos buenos aficionados berlineses organizaron diferentes actividades para tener ocupados a los maestros que estaban en la retaguardia. Así sucedió que, en el Café Kerkau, Tarrasch y Mieses sostuvieron un encuentro amistoso terminado con la convincente victoria (+7-2=4) del primero. Este resultado animó a los amigos del doctor de Nüremberg a concertar un encuentro informal con Lasker, cuyos beneficios se harían llegar a las víctimas de la guerra.

Volvamos a entrar en el famoso Café Kerkau, pues allí se disputaron, en 1916, las seis partidas del enfrentamiento entre los viejos adversarios. La primera partida terminó en tablas; pero luego Tarrasch cosechó 5 derrotas consecutivas…

Pasaron los años. La Guerra se alargaba y el hambre hacía estragos entre los habitantes de aquel Berlín destrozado y en ruinas. Los maestros de ajedrez, que habían hecho del juego su medio de vida, no encontraban ahora la forma de cubrir sus más elementales necesidades. A pesar de las penurias, la Asociación Berlinesa de Ajedrez consiguió recursos suficientes para organizar dos torneos: en el primero participaron Vidmar (ganador), Tarrasch, Mieses y Schlechter. En el segundo, disputado cuando la guerra estaba a punto de terminar, resultó liderado por Lasker –que se acercaba a su 50 cumpleaños- por delante de Rubinstein, de Schlechter y de Tarrasch. Y, aunque no estuviera tan bien acondicionado como en otros tiempos, fue el Café Kerkau donde los maestros se “cobijaron” para jugar las partidas.
El armisticio se firmó el 11 de noviembre de 1918. “Berlín había sufrido como ninguna otra ciudad todos los horrores de la reciente masacre, y ahora presentaba un aspecto fantasmagórico. ……. Cuando comenzaba el año 1919, los habitantes de aquella ciudad derrotada conocieron el hambre y la miseria en sus más diversas formas”. (Lasker: el difícil camino hacia la gloria de M.A. Nepomuceno).
Al leer en un libro de Historia: “En un país donde empezaba a faltar casi todo, los sucedáneos se extendieron: el tabaco fue sustituido por una gama que iba desde las hojas secas de patata hasta la paja con hojas de tilo; el café por agua de bellotas con sacarina”… no pude menos de acordarme de Lasker. A pesar de las penurias, en Berlín, como en todas las grandes ciudades europeas, los lugares de reunión de intelectuales y artistas siguieron siendo, por supuesto, los cafés. En ellos también encontraron cobijo los maestros y aficionados del ajedrez. Recogemos la noticia de la celebración, en 1919, de un pequeño torneo a doble vuelta con la participación de Selesniev (ganador), Bogoljubow, Sämisch y Bardeleben, en el Café Kerkau. Pero este “templo” del ajedrez tuvo que cerrar sus puertas en enero de 1921: un banco iba a convertir el edificio en locales de oficina.

Al comienzo de los años veinte, Lasker trasladó su residencia a la Aschaffenburger Strasse, muy cerca del domicilio de los Einstein. Parece que ambos genios se encontraron por primera vez en la casa del amigo de Einstein, Alexander Moszkowski, probablemente en el otoño de 1918. El lugar más frecuentado por el campeón, en ese tiempo, fue sin duda el Café Romanische. Este famosísimo local se abrió en la segunda Casa Románica, en el lugar que hoy ocupa el Europa-Center, sucesor del restaurante del Hotel Kaiserhof.
Frecuentado en un principio por representantes de la política y la economía, tras la Primera Guerra Mundial el “Romanische” se convirtió en el café favorito para literatos y artistas de la época de la República de Weimar. En la galería de la primera planta, la crema de la sociedad berlinesa se acercaba para jugar con él. Y Lasker jugaba con todos… apostando, por supuesto, pues casi siempre tenía una imperiosa necesidad de conseguir dinero. Si el rival era demasiado débil, Lasker le concedía gustosamente un peón, un caballo o una torre de ventaja. Entre sus “clientes” se encontraban personajes sobresalientes del arte, la ciencia y las letras, como el dramaturgo y poeta Berthold Brecht, el director cinematográfico Geza von Cziffra, el productor Max Reinhardt; como también su amigo Albert Einstein, el premio Nobel Max Planck o Kart Tucholsky, periodista y escritor de ascendencia judía.
Café Romanische en 1930
Finalizado el match de la Habana y después de pasar por España, Lasker regresó a su casa dispuesto a tomarse un largo descanso que le permitiera recuperarse del cansancio y la decepción que le produjo su derrota ante Capablanca. Volvió a las matemáticas, a la filosofía y hasta a la escritura de un drama en verso que antes había empezado con la colaboración de su hermano.
El mundo del ajedrez mostró su satisfacción cuando se anunció la presencia del veterano ex campeón en la competición veraniega del año 1923 en Märisch-Ostrau (actual Ostrava, en la República Checa). Los abundantes premios proporcionados por los magnates del carbón atrajeron a todas las estrellas del momento, con la excepción de Capablanca y Alekhine. Lasker supo superar a todos ellos y, con un punto de ventaja sobre Ricardo Reti, se hizo con el primer premio. Más espectacular todavía fue su triunfo del año siguiente en Nueva York, donde, en un torneo a doble vuelta y frente a 10 competidores, superó por punto y medio a Capablanca y por ¡cuatro puntos! a Alekhine, el futuro campeón del mundo. Al regresar a Berlín era recibido con honores de héroe.
 
En la década de los 20, sólo una aparición más hizo el Dr. Lasker en la arena internacional. Fue en Moscú. Las autoridades soviéticas habían organizado, por primera vez desde la Revolución, un formidable torneo de 21 participantes, con el que pretendían “airear” sus logros y dar a conocer a sus figuras. El ucraniano Bogoljubow resultó ganador; pero Lasker cerró el paso a Capablanca, Marshall, Tartakower, etc para quedarse con el segundo puesto. Acababa el año 1925…
Café König

Entre el 11 y el 28 de octubre de 1928 se celebró en Berlín el “Eliteturnier”, seguramente el más famoso de cuantos torneos se realizaron en la época con el patrocinio de un periódico. Los premios se elevaban a 10.000 marcos alemanes. El organizador fue Mieses que consiguió reunir una selección de maestros (Capablanca, Nimzowitsch, Spielmann, Tartakower, Rubinstein, Reti y Marshall) de singular categoría.
La contienda se libraba en los salones del Café König. En su calidad de corresponsal de un periódico de Praga, Salomón Flohr visitó el torneo y dejó escrito cómo fue su encuentro con el famoso maestro alemán: “No conseguí ver al Dr. Lasker en el Café König. Por entonces no estaba muy interesado en el ajedrez, como le había sucedido ya en otras ocasiones. Sin embargo, unos días más tarde lo encontré en el Café Trumpf, si mal no recuerdo. Esperé pacientemente hasta las dos o tres de la madrugada y acompañé a Lasker hasta su casa junto con un grupo de sus amigos, que no eran compañeros del ajedrez sino de bridge”.

En los años 30, los lugares con actividad de ajedrez a diario eran el Café Victoria (Unter den Linden 46), el Moka-Efti (esquina Leipziger y Friedrichstrasse 24), y el restaurante Trumpf (Hotel Kempinski).
Según una noticia de prensa fechada en 15.03.1930, “la sede de la Asociación de Ajedrez de Berlín se traslada, del café Moka al Café Imperator, en la calle Friedrichstrasse, 66/67 donde existe una habitación elegante para jugar al ajedrez y una segunda para las cartas. La inauguración tuvo lugar el día 15 de marzo y, en esta ocasión, el doctor Lasker pronunció un discurso sobre la cultura del juego, haciendo hincapié en el ajedrez y el bridge”.
Café Victoria en los años 1930/40
 
Probablemente, los Lasker habrían planeado pasar el resto de su vida en Berlín. Pero el dramático desarrollo de los acontecimientos los obligó a tomar una decisión que jamás se habían planteado antes. En Alemania, el partido nazi resultó ganador de las elecciones y con la llegada de Hitler al poder comenzó la persecución de los opositores políticos… y de los judíos. En muy poco tiempo se vieron privados de sus propiedades y de sus derechos de ciudadanía, y no les quedó más salida que la del exilio.
Contaba más de 65 años y llevaba nueve retirado del ajedrez, cuando Lasker fue invitado a participar en un torneo que se iba a celebrar en Zurich entre el 14 y el 29 de julio de 1934. Tras su salida de la capital de Alemania para tomar parte en la competición suiza, Lasker no volvió a pisar sus calles ni, por supuesto, a entrar en sus cafés.
El día 11 de enero de 1941, el doctor Lasker moría en el Hospital del Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York… Aquellos cafés berlineses que él visitó con asiduidad en otro tiempo, también perecieron poco después, destruidos por las bombas de la Segunda Guerra Mundial.


(Recuadro 1) En el Kaiserhof
 
En 1890, un torneo de la Asociación de Maestros Alemanes se celebró en los salones del Café Kaiserhof. Además de conocidos nombres del ajedrez alemán de la época, Lasker participaba junto a Berthold, su hermano mayor. En la partida que Emmanuel disputara con Curt von Bardeleben ocurrió un incidente desagradable: su adversario presentó una reclamación que no fue atendida por el juez de la contienda por estimar que no había lugar para la protesta. Indignado, Bardeleben abandonó el torneo; Minckwitz y Harmonist hicieron lo propio por solidaridad con su compañero. La prueba continuó y, al final, los hermanos Lasker compartieron el triunfo. La partida de desempate terminó en tablas y se repartieron los premios 1º y 2º. 

 
Los hermanos Emanuel y Bethold Lasker



 
(Recuadro 2) En el Café Kerkau
 
Las relaciones entre el Dr. Lasker y Capablanca se habían deteriorado considerablemente durante las primeras gestiones llevadas a cabo para realizar un encuentro con el título mundial en juego. De hecho, habían dejado de hablarse. Sin embargo, en el acto de clausura del Torneo de San Petersburgo 1914, su esposa pidió a Lasker que se reconciliara con el gran maestro cubano y, entonces, el triunfador del torneo se acercó a Capablanca, brindó por su salud y le estrechó la mano.
Dos meses más tarde, se volvieron a encontrar, esta vez en Berlín y, en el Café Kerkau, se entretuvieron jugando una serie de diez partidas rápidas.
 
La posición a la que llegaron en una de ellas (ver diagrama) fue luego publicada por el Dr. Lasker en el Vossische Zeitung, donde escribía con cierta regularidad.


 
1.¤xc7 ¤xc7 2.¦a8+! ¤xa8
[2...¢xa8 3.¢xc7 ¢a7 4.¢c6;
2...¢b7 3.¦a7+ ¢xa7 4.¢xc7 ¢a8 5.¢xb6 ¢b8 6.¢a6 etc.]

3.¢c8 y ganan.

Este fue el comienzo de una gran amistad y respeto mutuo que duró toda la vida.

 
(Recuadro 3) En el Café Romanische
Aquella tarde, su adversario era Max Plank (Premio Nobel de Física 1918) que, como de costumbre, ya acumulaba una serie de derrotas; pero la partida del momento presentaba un panorama poco frecuente pues era bien visible la ventaja de Plank. Además, Lasker parecía desganado, como si le hubieran abandonado sus cualidades de luchador incansable. Sin embargo, el ex campeón (Capablanca le había arrebatado el título tras el encuentro de La Habana: 15 marzo-28 abril 1921) tenía un plan que estaba desarrollando en connivencia con su amigo Albert Einstein. Este, que observaba la partida delante del tablero, se había agachado debajo de la mesa y, sin que Plank lo advirtiera, había atado entre sí los cordones de sus botas. Terminado su trabajo, con un guiño del ojo advirtió a Lasker que ya podía abandonar la partida. El ex campeón tendió la mano a su adversario y Max Plank, exultante de gozo, a la vez que gritaba “¡He ganado!”, se incorporó de la silla, perdió el equilibrio y se cayó sobre la mesa ante la divertida mirada de los concurrentes.

Max Plank y Albert Einstein, dos "clientes" de Lasker

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