Julián Alonso Martín
JAQUE 630
Me propongo hacer un recorrido
por escenarios bien conocidos para quien ha sido, todavía hoy, el
campeón del mundo con más años de permanencia en el trono del
ajedrez. Esos escenarios son los cafés de Berlín y el guía
Emanuel Lasker. Quisiera que aquellos –los cafés- fueran los
protagonistas de mi relato; pero no sé si, al final, la personalidad
de Lasker y su formidable trayectoria personal y deportiva terminarán
imponiéndose…
París
era la “capital” del ajedrez europeo cuando, en 1851, se
organizaba en Londres el primer gran torneo de la historia. En la
ciudad del Sena, el Café de la Regencia resultaba ser el más famoso
lugar de reunión de los ajedrecistas. Después de que el centro de
atención y consideración hacia nuestro juego se trasladara a la
capital londinense, otros locales, con el Simpson´s a la cabeza,
pasaron a ser las estancias predilectas de aficionados y maestros.
Steinitz se estableció en la ciudad del Támesis poco después de
que allí terminara el torneo de 1862 (ganado por Anderssen). Lasker,
su sucesor en el trono ajedrecístico, pasó una gran parte de su
vida en Berlín.
Si
seguimos la biografía de Emanuel Lasker que escribiera el doctor
Hannak, comprobaremos de inmediato que el primer Café donde pusiera
los pies el futuro campeón mundial es el famoso Kaiserhof. En
efecto: a finales de los 1880, Emanuel “había terminado el colegio
y entrado en la Universidad, pero en la escuela de su propia vida,
seguía encontrándose mal. Estaba harto de pasarse horas en el salón
de té para ganar unas miserables monedas; y quedó gratamente
sorprendido cuando alguien le dijo que el gran Café
Kaiserhof estaba a
punto de iniciar su torneo anual de ajedrez, abierto a todos y
reconocido por sus generosos premios.
“El
joven Lasker hizo acopio de todo su valor y entró en el pomposamente
decorado y brillantemente iluminado Café. Sus enormes espejos
reflejaron cruelmente el contraste entre su ropa gastada y la
elegancia y bienestar de los descuidados berlineses y turistas que
bebían sus cafés y chocolates y paladeaban enormes tartas con
capas de nata líquida. Tímidamente, se deslizó en este - para él
- desconocido ambiente de lujo palaciego y se acercó con humildad a
la puerta del salón reservado para la Hermandad del Ajedrez. Y,
¡sorpresa!... Encontró aquí gente con el mismo aspecto descuidado
y hambriento que él pero que parecían totalmente ajenos a sus
problemas económicos y sus caras afiladas; todos ellos estaban
totalmente absortos en esas 32 piezas de madera astutamente
colocadas sobre 64 casillas.”
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Salón
del Café Kaiserhof
|
Como
bien se sabe, Lasker ganó en 1890, empatado con su hermano Berthold,
el torneo que organizaba la recién fundada Asociación de Maestros
de Ajedrez y que se desarrolló en los salones del Kaiserhof.
(Ver Recuadro 1) Durante decenios
este local fue punto de reunión de los aficionados berlineses. Pero
el día 1 de abril de 1906, el Café se cerró para siempre. “Los
nuevos lugares de reunión son el Café
Kürfurst (Französische
Strasse 24) y el Café
Bauer (Unter den
Linden)”, apunta una revista de ajedrez, en abril de 1906.
El
Café Bauer
era muy conocido en Berlín. Se hallaba enfrente del Café
Kranzler,
en la esquina de Unter den Linden y Friedrichstrasse. Inaugurado en
1877 por el vienés Mathias Bauer, fue uno de los primeros cafés de
la ciudad al estilo de los cafés vieneses y encontró luego muchos
imitadores. Legendarios son los 800 periódicos europeos que se
hallaban a disposición de los clientes; por ellos, Bauer pagaba la
ingente suma 30.000 marcos anuales. Un café moca a la turca costaba
sus buenos 25 centavos, mucho por aquel entonces. El 13 de septiembre
de 1884, el Café Bauer se convierte en el primer local de Berlín
iluminado con luz eléctrica. Tras la muerte del fundador, su viuda,
Therese Bauer (1843-1906) y sus hijos prosiguieron con el negocio.
En 1924, los herederos vendieron la
casa a una sociedad que abrió
un nuevo café con el nombre de Café
unter den Linden (Café
bajo los tilos). Durante
la Segunda Guerra Mundial, el edificio resultó destruido.
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Café
Bauer en 1900
|
A
comienzos del año 1891, Lasker fue invitado desde Londres y allí
derrotó con facilidad a todos los adversarios que quieren
enfrentarse a él. En noviembre de 1892 llegó a EE.UU y el 15 de
marzo de 1894 daba comienzo en Nueva York el match
con Steinitz, que ponía en juego su título. El resultado final
(+10, =4, -5), proclamaba nuevo campeón al jugador alemán. El 6 de
noviembre de 1896 comenzaba en Moscú el encuentro de revancha y, en
esta ocasión, el resultado fue aún más contundente: (+10, =5, -2).
En
1902, Emanuel presentó su tesis en la Universidad de Erlangen… Una
vez conseguido el doctorado de matemáticas, Lasker volvió por algún
tiempo a Berlín y allí conoció a la que, años más tarde sería
su esposa: Marta Bamberger, por aquel entonces, casada con Emil Kohn.
Durante todo ese tiempo, las apariciones del campeón en competencias
internacionales fueron escasas, aunque con resultados realmente
espectaculares. En el famosísimo y fuerte torneo de Hastings del año
1895, se clasifica en tercera posición a un solo punto del ganador,
Pillsbury, y a medio punto de Chigorin. Consigue los primeros premios
de San Petersburgo 1895/6, Nüremberg 1896, Londres 1899 y París
1900. Después hay que esperar hasta 1904, para verle 2º/3º en la
clasificación final del torneo de Cambridge-Springs, en la costa
Este de EE.UU.
Pone
su título en juego y la disputa comienza el 26 de enero de 1907 en
Nueva York ; su desafiante, el americano Frank J. Marshall, recibe
una soberana paliza (-7, =7, +0).
En
1908, Lasker estableció su residencia en Berlín. El amor y los
preparativos de un posible encuentro en la cumbre con Tarrasch,
condicionaron de forma evidente esta decisión.
Los
deseos de Tarrasch para medirse en un match
con Lasker, poniendo éste su título en juego, venían de lejos. Al
resultar vencedor en Montecarlo 1903, el
doktor había desafiado
al campeón y tras la aceptación de Lasker, las condiciones del
enfrentamiento fueron ampliamente difundidas en toda clase de
publicaciones. Pero un accidente sufrido mientras patinaba en el
hielo obligó a Tarrasch a pedir aplazamiento de la fecha, una
petición a la que Lasker no accedió. Pasaron los años y una nueva
oportunidad surgió hacia el final del año 1907 por la intervención
de organizadores americanos y alemanes. Y, aunque las negociaciones
no fueron sencillas, los adversarios disputaron el trono del ajedrez
en Düsseldorf y Munich entre los meses de agosto y septiembre de
1908, con resultado favorable al campeón: (+8, -3, =5).
Después
del triunfo, Lasker se retiró discretamente para dedicarse a la
Filosofía… No duró mucho su alejamiento del tablero pues, a
primeros del año siguiente, ya estaba disputando un torneo
organizado en San Petersburgo en memoria de Chigorin, formidable
competición que el campeón lideró junto a Rubinstein.
Al
regresar de la capital de los zares, Lasker se quedó a vivir en
París durante lo que restaba del año y se hizo asiduo -¡cómo no!-
del Café de la Regencia,
donde se le veía jugando o charlando con no importa quien. Y fue en
este famoso Café donde el acaudalado pintor holandés Pierre Nardus
consiguió convencerle de que se enfrentara a Janowsky. En el duelo
donde ponía su título de campeón en juego, Lasker derrotó de
forma inapelable (9 y medio puntos contra 1 y medio) al aspirante que
no consiguió derrotarle ni una sola vez. El encuentro, disputado en
Berlín, finalizaba el 8 de diciembre de 1910. Pero ese mismo año,
el campeón había pasado por una situación muy comprometida a
consecuencia del enfrentamiento que sostuvo con Carl Schlechter. La
competencia comenzó el 7 de enero en el los salones del Wiener
Schachklub y después de cuatro tablas seguidas, el campeón cayó en
la quinta partida. La serie berlinesa (disputada en una sala aislada
del Hotel Roma) comenzó con cuatro empates consecutivos –como en
Viena- y, sólo gracias a su triunfo en la última partida, el
campeón pudo conservar el trono.
Mientras
en el Torneo de San Sebastián de 1911 se mostraba al mundo un nuevo
astro del firmamento ajedrecístico, el vigente campeón mundial, es
decir, Emanuel Lasker, proponía a Marta que fuera su esposa y
adquiría en Berlín la casa donde iba a vivir el futuro matrimonio.
Cuando cumplían su primer año de casados, la pareja hizo un viaje
por América donde Lasker cumplió con una serie de compromisos
ofreciendo charlas, conferencias y exhibiciones de simultáneas. De
nuevo en casa, Emanuel compró un terreno rústico a veinte millas
de la capital alemana. Disfrutaba con la naturaleza y se le ocurrió
iniciar una experiencia como granjero. Fracasó. (Probablemente
porque estaba más acostumbrado a pasar sus ratos de ocio tomando
café y fumando en locales llenos de humo).
Tarrasch,
irreconciliable adversario, también había establecido su residencia
en Berlín. Pero el médico de Nüremberg, se reunía con una corte
de admiradores en otro local berlinés: el Café
Kerkau.
“El
Café Kerkau se encontraba en la calle Friedrich 59/60, esquina con
la calle Leipzig. En este lugar, el arquitecto Carl Schafer dirigió
la construcción, entre 1887 y 1889, del llamado Palacio Equitable
por el nombre de la Compañía neoyorkina de Seguros de Vida que le
había hecho el encargo. El Café se encontraba en las plantas
primera y segunda; pero, además, en la planta primera había un
salón donde se podía bailar. En el Café, también se jugaba al
billar”. Precisamente, el nombre del Café parece que responde al
de Hugo Kerkau, campeón de billar.
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Café
Kerkau en 1900
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Durante
muchos años, los aficionados berlineses tuvieron oportunidad de
practicar en este local su pasatiempo favorito y no fueron pocos los
torneos celebrados en sus salones en las dos primeras décadas del
siglo XX. Los más conocidos maestros del momento también ofrecían,
de vez en cuando, alguna exhibición de partidas simultáneas. A
finales del mes de agosto de 1902, Pillsbury se había enfrentado, “a
la ciega” y simultáneamente, contra 12 fuertes aficionados
locales. Unos días antes, en el mismo local pero “a la vista”,
el vigente campeón mundial se había anotado 14 victorias con 6
tablas y una sola derrota.
Después
de su matrimonio, Lasker vivió un tiempo en un estado de ánimo
cercano a la felicidad, aunque un tanto alejado del tablero. Hasta
que… El club de ajedrez de San Petersburgo estaba planeando la
organización, para la primavera de 1914, de un espléndido torneo
que pretendía reunir a todos los maestros de la elite mundial.
Lasker no quiso resistir a la tentadora oferta y aceptó la
invitación. Su actuación se saldó con una de las más resonantes
victorias de toda su carrera deportiva.
Concluida
su estancia en San Petersburgo, Lasker regresó a Berlín, hacia
donde también se dirigía Capablanca para ofrecer unas simultáneas
(ver Recuadro 2).
El
28 de junio de 1914 se produjo el magnicidio de Sarajevo. Cuando
estalló la I Guerra Mundial, Lasker se encontraba en Alemania y se
vio obligado a permanecer allí por algún tiempo. El ambiente bélico
domina todos los ambientes y el ajedrez desaparece del panorama
habitual. No obstante, algunos buenos aficionados berlineses
organizaron diferentes actividades para tener ocupados a los maestros
que estaban en la retaguardia. Así sucedió que, en el Café Kerkau,
Tarrasch y Mieses sostuvieron un encuentro amistoso terminado con la
convincente victoria (+7-2=4) del primero. Este resultado animó a
los amigos del doctor de Nüremberg a concertar un encuentro informal
con Lasker, cuyos beneficios se harían llegar a las víctimas de la
guerra.
Volvamos
a entrar en el famoso Café Kerkau, pues allí se disputaron, en
1916, las seis partidas del enfrentamiento entre los viejos
adversarios. La primera partida terminó en tablas; pero luego
Tarrasch cosechó 5 derrotas consecutivas…
Pasaron
los años. La Guerra se alargaba y el hambre hacía estragos entre
los habitantes de aquel Berlín destrozado y en ruinas. Los maestros
de ajedrez, que habían hecho del juego su medio de vida, no
encontraban ahora la forma de cubrir sus más elementales
necesidades. A pesar de las penurias, la Asociación Berlinesa de
Ajedrez consiguió recursos suficientes para organizar dos torneos:
en el primero participaron Vidmar (ganador), Tarrasch, Mieses y
Schlechter. En el segundo, disputado cuando la guerra estaba a punto
de terminar, resultó liderado por Lasker –que se acercaba a su 50
cumpleaños- por delante de Rubinstein, de Schlechter y de Tarrasch.
Y, aunque no estuviera tan bien acondicionado como en otros tiempos,
fue el Café Kerkau donde los maestros se “cobijaron” para jugar
las partidas.
El
armisticio se firmó el 11 de noviembre de 1918. “Berlín había
sufrido como ninguna otra ciudad todos los horrores de la reciente
masacre, y ahora presentaba un aspecto fantasmagórico. …….
Cuando comenzaba el año 1919, los habitantes de aquella ciudad
derrotada conocieron el hambre y la miseria en sus más diversas
formas”. (Lasker: el
difícil camino hacia la gloria de
M.A. Nepomuceno).
Al
leer en un libro de Historia: “En un país donde empezaba a faltar
casi todo, los sucedáneos se extendieron: el tabaco fue sustituido
por una gama que iba desde las hojas secas de patata hasta la paja
con hojas de tilo; el café por agua de bellotas con sacarina”…
no pude menos de acordarme de Lasker. A pesar de las penurias, en
Berlín, como en todas las grandes ciudades europeas, los lugares de
reunión de intelectuales y artistas siguieron siendo, por supuesto,
los cafés. En ellos también encontraron cobijo los maestros y
aficionados del ajedrez. Recogemos la noticia de la celebración, en
1919, de un pequeño torneo a doble vuelta con la participación de
Selesniev (ganador), Bogoljubow, Sämisch y Bardeleben, en el Café
Kerkau. Pero este
“templo” del ajedrez tuvo que cerrar sus puertas en enero de
1921: un banco iba a convertir el edificio en locales de oficina.
Al
comienzo de los años veinte, Lasker trasladó su
residencia a la Aschaffenburger Strasse, muy cerca del domicilio de
los Einstein. Parece que ambos genios se encontraron por primera vez
en la casa del amigo de Einstein, Alexander Moszkowski, probablemente
en el otoño de 1918. El lugar más frecuentado por el campeón, en
ese tiempo, fue sin duda el Café
Romanische. Este
famosísimo local se abrió
en la segunda Casa
Románica, en el lugar
que hoy ocupa el Europa-Center,
sucesor del restaurante del Hotel
Kaiserhof.
Frecuentado
en un principio por representantes de la política y la economía,
tras la Primera Guerra Mundial el “Romanische” se convirtió en
el café favorito para literatos y artistas de la época de la
República de Weimar. En la galería de la primera planta, la crema
de la sociedad berlinesa se acercaba para jugar con él. Y Lasker
jugaba con todos… apostando, por supuesto, pues casi siempre tenía
una imperiosa necesidad de conseguir dinero. Si el rival era
demasiado débil, Lasker le concedía gustosamente un peón, un
caballo o una torre de ventaja. Entre sus “clientes” se
encontraban personajes sobresalientes del arte, la ciencia y las
letras, como el dramaturgo y poeta Berthold Brecht, el director
cinematográfico Geza von Cziffra, el productor Max Reinhardt; como
también su amigo Albert Einstein, el premio Nobel Max Planck o Kart
Tucholsky, periodista y escritor de ascendencia judía.
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Café
Romanische en 1930
|
Finalizado
el match de
la Habana y después de pasar por España, Lasker regresó a su casa
dispuesto a tomarse un largo descanso que le permitiera recuperarse
del cansancio y la decepción que le produjo su derrota ante
Capablanca. Volvió a las matemáticas, a la filosofía y hasta a la
escritura de un drama en verso que antes había empezado con la
colaboración de su hermano.
El
mundo del ajedrez mostró su satisfacción cuando se anunció la
presencia del veterano ex campeón en la competición veraniega del
año 1923 en Märisch-Ostrau (actual Ostrava, en la República
Checa). Los abundantes premios proporcionados por los magnates del
carbón atrajeron a todas las estrellas del momento, con la excepción
de Capablanca y Alekhine. Lasker supo superar a todos ellos y, con un
punto de ventaja sobre Ricardo Reti, se hizo con el primer premio.
Más espectacular todavía fue su triunfo del año siguiente en Nueva
York, donde, en un torneo a doble vuelta y frente a 10 competidores,
superó por punto y medio a Capablanca y por ¡cuatro puntos! a
Alekhine, el futuro campeón del mundo. Al regresar a Berlín era
recibido con honores de héroe.
En
la década de los 20, sólo una aparición más hizo el Dr. Lasker en
la arena internacional. Fue en Moscú. Las autoridades soviéticas
habían organizado, por primera vez desde la Revolución, un
formidable torneo de 21 participantes, con el que pretendían
“airear” sus logros y dar a conocer a sus figuras. El ucraniano
Bogoljubow resultó ganador; pero Lasker cerró el paso a Capablanca,
Marshall, Tartakower, etc para quedarse con el segundo puesto.
Acababa el año 1925…
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Café
König
|
Entre
el 11 y el 28 de octubre de 1928 se celebró en Berlín el
“Eliteturnier”,
seguramente el más famoso de cuantos torneos se realizaron en la
época con el patrocinio de un periódico. Los premios se elevaban a
10.000 marcos alemanes. El organizador fue Mieses que consiguió
reunir una selección de maestros (Capablanca, Nimzowitsch,
Spielmann, Tartakower, Rubinstein, Reti y Marshall) de singular
categoría.
La
contienda se libraba en los salones del Café
König. En su calidad
de corresponsal de un periódico de Praga, Salomón Flohr visitó el
torneo y dejó escrito cómo fue su encuentro con el famoso maestro
alemán: “No conseguí ver al Dr. Lasker en el Café König. Por
entonces no estaba muy interesado en el ajedrez, como le había
sucedido ya en otras ocasiones. Sin embargo, unos días más tarde lo
encontré en el Café
Trumpf, si mal no
recuerdo. Esperé pacientemente hasta las dos o tres de la madrugada
y acompañé a Lasker hasta su casa junto con un grupo de sus amigos,
que no eran compañeros del ajedrez sino de bridge”.
En
los años 30, los lugares con actividad de ajedrez a diario
eran el Café
Victoria (Unter den
Linden 46), el Moka-Efti
(esquina Leipziger y Friedrichstrasse 24), y el restaurante Trumpf
(Hotel Kempinski).
Según
una noticia de prensa fechada en 15.03.1930,
“la sede de la Asociación de Ajedrez de Berlín se traslada, del
café Moka al Café
Imperator, en la
calle Friedrichstrasse, 66/67 donde existe una habitación elegante
para jugar al ajedrez y una segunda para las cartas. La inauguración
tuvo lugar el día 15 de marzo y, en esta ocasión, el doctor Lasker
pronunció un discurso sobre la cultura del juego, haciendo hincapié
en el ajedrez y el bridge”.
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Café
Victoria en los años 1930/40
|
Probablemente,
los Lasker habrían planeado pasar el resto de su vida en Berlín.
Pero el dramático desarrollo de los acontecimientos los obligó a
tomar una decisión que jamás se habían planteado antes. En
Alemania, el partido nazi resultó ganador de las elecciones y con la
llegada de Hitler al poder comenzó la persecución de los opositores
políticos… y de los judíos. En muy poco tiempo se vieron privados
de sus propiedades y de sus derechos de ciudadanía, y no les quedó
más salida que la del exilio.
Contaba
más de 65 años y llevaba nueve retirado del ajedrez, cuando Lasker
fue invitado a participar en un torneo que se iba a celebrar en
Zurich entre el 14 y el 29 de julio de 1934. Tras su salida de la
capital de Alemania para tomar parte en la competición suiza, Lasker
no volvió a pisar sus calles ni, por supuesto, a entrar en sus
cafés.
El
día 11 de enero de 1941, el doctor Lasker moría en el Hospital del
Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York… Aquellos cafés berlineses
que él visitó con asiduidad en otro tiempo, también perecieron
poco después, destruidos por las bombas de la Segunda Guerra
Mundial.
(Recuadro
1) En el Kaiserhof
En
1890, un torneo de la Asociación de Maestros Alemanes se celebró en
los salones del Café Kaiserhof. Además de conocidos nombres del
ajedrez alemán de la época, Lasker participaba junto a Berthold, su
hermano mayor. En la partida que Emmanuel disputara con Curt von
Bardeleben ocurrió un incidente desagradable: su adversario presentó
una reclamación que no fue atendida por el juez de la contienda por
estimar que no había lugar para la protesta. Indignado, Bardeleben
abandonó el torneo; Minckwitz y Harmonist hicieron lo propio por
solidaridad con su compañero. La prueba continuó y, al final, los
hermanos Lasker compartieron el triunfo. La partida de desempate
terminó en tablas y se repartieron los premios 1º y 2º.
(Recuadro
2) En el Café Kerkau
Las
relaciones entre el Dr. Lasker y Capablanca se habían deteriorado
considerablemente durante las primeras gestiones llevadas a cabo para
realizar un encuentro
con el título mundial en juego. De hecho, habían dejado de
hablarse. Sin embargo, en el acto de clausura del Torneo de San
Petersburgo 1914, su esposa pidió a Lasker que se reconciliara con
el gran maestro cubano y, entonces, el triunfador del torneo se
acercó a Capablanca, brindó por su salud y le estrechó la mano.
Dos
meses más tarde, se volvieron a encontrar, esta vez en Berlín y, en
el Café
Kerkau,
se entretuvieron jugando una serie de diez partidas rápidas.
La
posición a la que llegaron en una de ellas (ver diagrama) fue luego
publicada por el Dr. Lasker en el
Vossische Zeitung, donde
escribía con cierta regularidad.
1.¤xc7
¤xc7 2.¦a8+! ¤xa8
[2...¢xa8
3.¢xc7 ¢a7 4.¢c6;
2...¢b7
3.¦a7+ ¢xa7 4.¢xc7 ¢a8 5.¢xb6 ¢b8 6.¢a6 etc.]
3.¢c8
y
ganan.
Este
fue el comienzo de una gran amistad y respeto mutuo que duró toda la
vida.
(Recuadro
3) En el Café
Romanische
Aquella
tarde, su adversario era Max Plank (Premio Nobel de Física 1918)
que, como de costumbre, ya acumulaba una serie de derrotas; pero la
partida del momento presentaba un panorama poco frecuente pues era
bien visible la ventaja de Plank. Además, Lasker parecía desganado,
como si le hubieran abandonado sus cualidades de luchador incansable.
Sin embargo, el ex campeón (Capablanca le había arrebatado el
título tras el encuentro
de
La Habana: 15 marzo-28 abril 1921) tenía un plan que estaba
desarrollando en connivencia con su amigo Albert Einstein. Este, que
observaba la partida delante del tablero, se había agachado debajo
de la mesa y, sin que Plank lo advirtiera, había atado entre sí los
cordones de sus botas. Terminado su trabajo, con un guiño del ojo
advirtió a Lasker que ya podía abandonar la partida. El ex campeón
tendió la mano a su adversario y Max Plank, exultante de gozo, a la
vez que gritaba “¡He ganado!”, se incorporó de la silla, perdió
el equilibrio y se cayó sobre la mesa ante la divertida mirada de
los concurrentes.
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Max Plank y Albert Einstein, dos "clientes" de Lasker |
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