Julian Alonso Martín
Es cierto que en la historia de nuestro juego ha habido distintos
momentos en los cuales no se ha permitido su práctica. Pretendo recoger aquí un resumen de lo mucho que he leído sobre
los tiempos de la prohibición y las circunstancias que rodearon aquellos
impedimentos, así como tratar de llevar a sus justos términos algunas
exageraciones, poco o nada documentadas, que ya parecen verdades por lo mucho
que se han repetido tan falsas versiones.
Los
historiadores pueden seguir discutiendo sobre los orígenes del ajedrez y,
probablemente, no se pondrán de acuerdo en mucho tiempo. Sin embargo hay una
cuestión en la que existe absoluta conformidad: los musulmanes fueron un
elemento clave para la expansión del juego en Eurasia, es decir, hacia el
oeste. Mahoma había nacido en el año 571; en 629, el Islam había triunfado en Arabia y en el 650, Arabia
se había apoderado de Persia. Cuando los árabes empezaron a movilizarse hacia
el oeste, ya habían aprendido de los persas el juego del chatrang. En el horizonte apareció, sin embargo, un obstáculo para
la expansión del juego. Los juristas
musulmanes plantearon la cuestión de su legalidad, pues si no se ajustaba a los
preceptos de Mahoma, un creyente no podría practicarlo. El profeta había dejado
claro que se oponía a los juegos de azar y que las diversiones de un creyente
debían limitarse al caballo, el arco y sus esposas. Según una tradición árabe:
“Alá posa cada día trescientas sesenta veces su misericordiosa mirada sobre el
mundo, sin que en ninguna de ellas descansen sus ojos sobre los que juegan al
ajedrez”. Así pues, las primeras opiniones de los juristas fueron de rechazo
por considerarlo contrario a la letra de la ley.
Esta actitud hostil colocó a los
intérpretes de la ley en una situación muy apurada cuando muchos miembros de
las clases más elevadas, incluidos varios califas, se convirtieron en
auténticos admiradores y practicantes apasionados de la nueva distracción. Ello
provocó la necesidad de encontrar una solución de compromiso que los juristas
no tardaron en encontrar. La práctica del juego sería legal si cumpliera con
determinadas condiciones: 1) si no se jugase con apuestas o dinero de por
medio; 2) si no interfiriera el rezo regular de los creyentes; 3) si no se
mostrara enfado ni se utilizaran palabras groseras o indecentes; 4) si no fuera
jugado en la calle ni otros lugares públicos.
No parece que estas prohibiciones alcanzasen
a los califas, dirigentes políticos y religiosos del Islam: casi todos los
poderosos califas de aquel tiempo practicaron el novedoso juego y mucho
tuvieron que ver con el florecimiento alcanzado por el ajedrez musulmán en los
siglos siguientes. El califa al-Mahdi (+785), padre del famoso Harum al-Rashid
parece que fue un gran aficionado a nuestro juego y, de hecho, estableció una
tradición familiar. Sin embargo, el historiador árabe al-Masudi afirma que fue
Harum al-Rashid (786-809) el primer califa abasí que jugó al ajedrez (para
nosotros, conocido por los cuentos de “Las
mil y una noches”). Sus tres hijos también fueron califas en Bagdad y
entusiastas ajedrecistas.
Cuando se
pretende entrar con espíritu crítico en las informaciones que nos llegan sobre
la prohibición, casi siempre encontramos
que, con criterio erróneo, se juzgan las situaciones del pasado como si fueran
actuales… sin pararse a considerar que la forma de pensar y de actuar de los
humanos ha sido distinta según las épocas en que vivieron.
La
equiparación del ajedrez con los juegos de dados es, por otra parte, el motivo
principal de las reiteradas prohibiciones del ajedrez (?) en la Edad Media. ¿En
cuantas ocasiones, los traductores habrán tomado por ajedrez lo que en realidad
era un juego de dados sobre tablero? Porque, “La condena del ajedrez descansa
sobre una confusión de términos; scacus designaba
tanto el juego de ajedrez como el juego de dados practicado sobre el tablero
escaqueado”, escribe Bernard Lucas en un artículo disponible en Internet
titulado L´eglise et le jeu d´echecs.
Parece probado que, cuando se produce la
transmisión desde los persas a los árabes, el juego se disputa ya solamente
entre dos bandos, es decir, está más cercano al ajedrez que nosotros conocemos.
Aún así, algunas variedades se jugaban con dados, como se deduce de la lectura
del Libro del Ajedrez, dados y tablas
(1283, editado en
Sevilla): "bien como metieron por aquella razón mesme los dados en el
acedrex, porque se iogare más ayna".
Pruebas de
una cierta actitud negativa de la
Iglesia hacia el ajedrez pueden ser encontradas, por ejemplo,
en el siglo IX, en el Nomocanon, una
colección de leyes canónicas recopiladas por el Patriarca Focio.
Al respecto, no estaría de más conocer un poquito de Historia: En 858,
el Emperador Miguel III apodado el Beodo y su ministro Bardas depusieron y
desterraron al Patriarca de Constantinopla nombrando como nuevo patriarca a
Focio, un miembro de la Corte , oficial mayor de su
guardia, laico, aunque culto y erudito
que recibió en cinco días todas las
órdenes sagradas de manos de un obispo suspendido y poco amigo del depuesto
patriarca. El papa Adriano II convocó el Concilio contra el Cisma
de Focio.
La opinión
del clero era que el juego de ajedrez debía compararse con el de los dados,
prohibido por el Concilio de Constantinopla (869) y castigado con excomunión. La decisión de este
Concilio sirvió de apoyatura no solamente a las prohibiciones dirigidas al
clero de Bizancio, sino también para las de la iglesia de Roma que sostenía una
parecida intolerancia hacia el ajedrez, aunque ya se hubiera producido la
ruptura (Cisma) entre ambas iglesias.
Con la
expansión y desarrollo del juego, miembros de la elite feudal, e incluso de los
clérigos, introdujeron la costumbre de apostar grandes sumas de dinero en el
juego. El conocimiento de esta circunstancia hace más fácil comprender la
postura tanto de la Iglesia
como de los poderes civiles de algunos países que calificaban el ajedrez como
un juego de azar. Y, quizás también, se entiendan mejor la extensión y los
límites de las supuestas prohibiciones. Refiriéndose a las Siete Partidas de Alfonso X, César Bordons anota: “La legislación…con respecto al juego
obedece fundamentalmente a consideraciones de tipo moral y a preocupaciones de
seguridad pública, de evitar conflictos. Pero a partir de la revuelta mudéjar
(1264-1266) y del reinicio de la guerra con los musulmanes el rey va a
modificar su actitud ante el problema del juego, adoptando una política
completamente prohibicionista que se justifica por la preocupación real ante la
ruina financiera y moral que el juego provocaba en muchas personas. Esta
proscripción del juego va reforzada con el establecimiento de durísimas
sanciones económicas para los que lo practicasen”.
La basílica de San Zenón es, en
la historia de Verona, algo más que una catedral: es el templo y el símbolo de
la ciudad-Estado. Al tomar posesión de
su cargo, el alcalde tenía que llevar a cabo una visita a la basílica y, en su
juramento, entre otras cuestiones, señalaba:
“Prohibiré que en Verona y su distrito haya juegos de azar u otro juego de
dados o escaques (…) en cada ocasión le quitaré veinte libras de multa al
transgresor.”, según leo en Grandes
pecadores, grandes catedrales del italiano Cesare Marchi.
He leído también varias versiones, sin matización
alguna, sobre que bajo la influencia del Rey Luis IX (luego canonizado), el
juego fue oficialmente prohibido en Francia. El historiador Titus Burkhardt, en
La civilización hispano-árabe,
precisa que: “San Luís, rey de
Francia, prohibió en el año 1254
a sus súbditos el juego del ajedrez. Se jugaba
generalmente por dinero.” Y, con toda
probabilidad, esta prohibición trataba de evitar los abusos y posibles
desviaciones del dinero a su cuidado en los que podían caer apasionados jugadores, que fueran funcionarios
de la administración real. A igual criterio podrían responder las prohibiciones
de las administraciones locales de Padua en 1236 y Anghiari en 1240 que parecen
seguir el mismo camino del ya indicado en Verona. Pero queda claro que tales
prohibiciones ¡no pueden adjudicarse a la Iglesia !...
Algunos historiadores aseguran que el
ajedrez se introdujo en Europa gracias a las cruzadas; y unos cuantos de esos
historiadores inmediatamente hacen referencia a una prohibición muy concreta.
Copio, a continuación, un texto que debo haber sacado de algún libro de
Historia: “En las encomiendas y castillos de la Orden del Temple estaban
prohibidos el ocio y las distracciones, así como las apuestas y los juegos de
ajedrez o dados, a los que tan aficionados eran los caballeros de aquel tiempo”.
He
encontrado también, en diferentes textos, que “San Bernardo vedó los trebejos a
los templarios” (por ejemplo, Dumitru Taraiou, en AJEDREZ, 1972) y en algunos
de esos escritos se precisa: “en las normas de la Orden ”. Debo decir, en primer lugar, que he leído los 72
Capítulos que componen la
Primera Regla del Temple, la que diera San Bernardo a Hugo de
Payens y a los primeros caballeros de la Orden Templaria y ¡no he
encontrado tal prohibición! Deberemos recordar, no obstante, que además de las
Reglas, los deberes cotidianos de un Caballero del Temple debían ajustarse a
las condiciones que el comendador y los caballeros veteranos iban explicando
cada día a los aspirantes. “Estaban severamente proscritos el ocio, las distracciones
y las conversaciones agradables” (Georges Bordonove en La vida cotidiana de los Templarios). Y, en estas circunstancias,
resulta lógica la prohibición concreta: “Estaba prohibido jugar al ajedrez y al
tric-trac (juego de dados sobre
tablero cuadriculado), juegos que todos habían aprendido en sus familias y que
creían inocentes pero que la regla descartaba porque los consideraba motivo de
disputa. Sólo se toleraba el juego de la rayuela, las tabas,…y no se podía
apostar la más mínima prenda”. Por otro lado, conservo una anotación en mi
agenda -pero desconozco su origen- en la
que leo: Dice San Bernardo en el escrito donde hace un entusiasta retrato de
los primeros templarios: “Detestan el ajedrez y los dados, tienen horror a la
caza…”. Lo que no tendría que ser, necesariamente, una prohibición. Pero,
después de consultar la
Breve Historia de la Orden del Temple de José Luís Corral, parece
más preciso decir que, en un escrito de Bernardo de Claraval sobre el modo de
vida de los templarios, el santo afirma: “Están desterrados el juego del
ajedrez y los dados.”
La
Iglesia , al menos la Iglesia de Roma, ha sido
injustamente señalada –creo yo- como responsable de las múltiples prohibiciones
recaídas sobre el ajedrez. Es cierto que, en un primer tiempo, algunos doctores
de la Iglesia
se mostraron contrarios a su práctica por el excesivo tiempo perdido y la
inmoderada pasión que originaba en los jugadores, así como por la posibilidad
de jugar con dados y cruce de apuestas que lo convertían en un juego de azar.
Escribe César Bordons en “El Libro de los
Dados” que “los jugadores estaban especialmente mal considerados
por la sociedad en general y por las autoridades, especialmente
las eclesiásticas, debido a que frecuentemente los juegos de dados terminaban
con blasfemias que vulneraban el tercero de los mandamientos de la iglesia: no
tomar el nombre de Dios en vano. Sabemos, tanto por los códigos legales como
por la literatura didáctica de la época que cuando un jugador perdía su partida
-y su apuesta- era habitual que desahogase su frustración con insultos a Dios,
a la Santa Virgen
María y a todos los santos; incluso se han recogido testimonios de jugadores
desairados que escupían sobre la cruz”.
He
procurado recopilar todas las acusaciones que se vierten contra la Iglesia relacionadas con
sus presuntas prohibiciones referidas al juego de ajedrez… en la misma forma
que fueron formuladas en los diferentes
escritos consultados, muchos de ellos “anónimos”. Debo anotar desde el
principio que la mayor parte de las acusaciones carecen de rigor y se exponen
en nuestra lengua mediante torpes traducciones, copiando y copiando de la
copia, aunque lo copiado sea –evidentemente- un disparate. Dejaré aparte esos
infundios y me referiré, a continuación, a algunas de tales prohibiciones las
cuales tienen, al menos, una base real.
En una carta auténtica, dirigida al Papa
Alejandro II y escrita en 1061 por el cardenal Pedro Damián, obispo de Ostia,
se da cuenta del castigo impuesto a un
prelado de su jurisdicción por entretenerse todas las tardes jugando al
ajedrez, juego que califica de pasatiempo sacrílego para un ministro del Señor.
En 1208, el obispo de París, Eudes du Sully
había prohibido el ajedrez al clero bajo
su jurisdicción. (Aclaro, además, que la prohibición alcanzaba solamente a
los estudiantes de las escuelas episcopales –“clerici”- que dependían del
obispo en los asuntos referidos al orden y buen gobierno). Y, en 1291, John Peckham, arzobispo de
Canterbury, castigó a los monjes y al prior del monasterio de Coxford
(Norfolk) a una dieta de “pan y agua” hasta que, desintoxicadas sus mentes de
esta obsesión, volvieron al rezo del rosario.
El Sínodo de Worchester (Inglaterra 1240),
el Concilio de Beziers (Francia 1255) y el de Trier (Alemania 1310) así como
también el Sínodo de Wurzburg (Alemania 1329) prohibieron al clero el juego del ajedrez.
De la
simple lectura de los párrafos anteriores (en los que he trasladado en cursiva las palabras que deseo
destacar), se deduce con claridad que estas prohibiciones -otras veces, sólo
castigos- se dirigieron exclusivamente
al clero, a las personas de vida consagrada, pero nunca a otros sectores de los
creyentes ni a otro tipo de ciudadanos. Nada que ver, por tanto, con las
determinaciones de Jomeini o del régimen talibán, por ejemplo… ¡seiscientos o
setecientos años después!
Además de las razones expuestas, creo que merece la pena
reproducir el siguiente comentario debido a Bernard Lucas en el mismo artículo
ya citado anteriormente: “Es difícil imaginar que el juego con piezas haya
podido estar prohibido al mismo tiempo que la colección de sermones sobre el
juego de ajedrez, del dominico Jacques de Cessoles, disfrutaba de un inmenso
éxito en Europa”. Debe saberse que con este tratado (Liber de moribus hominum et oficiis nobilium super ludo scaccorum),
escrito probablemente hacia finales del XIII, “se reivindica el ajedrez, muchas
veces cuestionado en su relación con el azar de los dados y las apuestas por
dinero” como escribe Zoilo R. Caputto en El
arte del estudio de ajedrez. También parece poco creíble que el rey
castellano Alfonso X el Sabio se atreviera a componer y publicar el Libro del ajedrez, dados y tablas, si
hubiera habido una prohibición de la
Iglesia que afectara a todos sus fieles…
Por otro lado, no debe dejar de señalarse también que la prohibición, cuando existió
como tal, resultó frecuentemente violada… por los clérigos “enganchados”. Con todo, en el siglo XV pueden encontrarse
muestras de un rigor más suave en los castigos. Así, en el concilio senonense
(1485) se dispusieron penas de incomunicación para los clérigos que jugasen en público, si bien les era permitido
practicar el juego en privado. Después de tres siglos de dura lucha, los más
severos dirigentes eclesiásticos se vieron obligados a ceder. Las posiciones
indulgentes se fueron incrementando en la medida que iba desapareciendo la
costumbre de apostar dinero en la partida de ajedrez. Hacia el final del siglo
XIV -leemos- el Concilio de Ratisbona levantó el entredicho. En el ámbito cristiano algunas “prohibiciones”
habrían durado, probablemente, hasta el pontificado de León X (1513) quien,
según parece, llegó a ser un ferviente aficionado a la práctica del juego.
Y, a partir de aquí, de esas fechas,
encontramos a diversos ministros de la Iglesia , entre los más distinguidos practicantes
y estudiosos del juego. No se olvide que Ruy López de Segura, el mejor jugador
del siglo XVI, era un clérigo nacido en Zafra (Badajoz); o que también era
sacerdote el italiano Pietro Carrera (1573-1647), uno de los mejores
tratadistas de su tiempo. Recuérdese que
Doménico Ponziani (1719-1796), sacerdote y canónigo, es considerado el mejor
teórico italiano del siglo en que vivió…
En los
dominios de la iglesia Oriental, se había condenado el ajedrez hacia finales
del siglo XI. En 1081, Alejo I Comneno fue elegido emperador de Bizancio.; su
hija Ana Comnnena escribió una biografía de su padre (la Alexiada )
y en ella se menciona que el emperador jugaba apasionadamente al
ajedrez. Un antiguo capitán de la guardia imperial, Juan Zonares, luego monje
ortodoxo (+1118), en sus comentarios al derecho canónico de la iglesia
ortodoxa, dejó escrito que el art. 42
preveía la excomunión para el jugador de ajedrez, incluso cuando éste fuera un
seglar. La siguiente centuria vio la mayor dureza en la lucha contra la
práctica del juego.
Muestras de la intransigencia de algunos
rectores eclesiásticos y civiles, también han llegado hasta nosotros. El
arcipreste Silvestre escribió en 1549 que aquellos que juegan al ajedrez “irán
directamente al infierno y serán por siempre malditos”. En tiempos del zar Iván
el Terrible, que murió mientras disputaba una partida, la colección Stroglav
(Consejo de los Cien Capítulos, reunidos por el clero en 1551) incluyó el
ajedrez entre los ”juegos de posesión
diabólica”. Parece que, todavía en el siglo XVII, el ajedrez estaba prohibido
en Rusia. Al menos, he leído unos párrafos en los que se cuenta cómo, en el año
1649, el zar Alejo Mijailovich (1629-1676) se encontró a unos jugadores practicando
el ajedrez y ordenó que fueran azotados y encarcelados.
Pero no sólo en el mundo
cristiano estuvieron presentes las posturas a favor o en contra del juego.
Según Maimónides (1155-1204) a los judíos les estaba prohibido jugar apostando
dinero. Para Kalonymos en su obra Eben
Hohan (1322) la prohibición era incondicional. Aaron Sason de
Constantinopla recomienda que se evite jugar en Sabath. Pero en el siglo XVI el
ajedrez estaba permitido como un pasatiempo en el Sabath; y llegó a ser
costumbre en Alemania, utilizar piezas de
plata en honor a la festividad del día.
La literatura judía contiene numerosas
opiniones de los rabinos unas veces a favor y otras en contra. Según algún escrito
antiguo, en España, jugar al ajedrez era sancionado por los rabinos. Sin
embargo, tras una visita durante la peste de 1575, los tres rabinos de Cremona
(Italia) declararon que, con la excepción
del ajedrez, todos los juegos son “siempre perversos y causa de todas las
desdichas”.
El día 14 de enero de 1711 estalla un
pavoroso incendio en el ghetto judío de la ciudad alemana de Frankfurt. El
historiador alemán Johann Jacob Schudt (1664-1722) cuenta que, después del gran
incendio, la comunidad judía tomó una resolución para prohibir los juegos por
un período de catorce años. Esto ha sido interpretado por algunos como una
prohibición para jugar al ajedrez; pero he tenido la suerte de poder consultar
con un especialista en literatura judaica quien me ha aclarado que una de las
excepciones a esa norma prohibitiva era el ajedrez pues, como el mismo Schudt
indica, “no incrementa la avaricia sino que, al contrario, aguza la mente y
exige reflexión.” Y, en línea con ese pensamiento, a los menores de catorce
años les estaba permitido aprender el juego basándose en que, de esa manera, se
agudizaba su inteligencia.
EN TIEMPOS
MODERNOS…
Mejor se
conocen, como es natural, los acontecimientos más recientes. Y ahora sí que
podrá hablarse ya de auténticas prohibiciones…
CHINA.
Nuestro juego fue prohibido en China durante la revolución cultural que había comenzado en 1966.
“Lo que, en apariencia, era un intento de profundizar en las metas
revolucionarias del partido comunista chino, en realidad, era una espesa cortina
de humo y sangre para ocultar una encarnizada lucha por el poder.” (César
Vidal).
Mao recurrió al uso del terror apoyado, fundamentalmente, en los
guardias rojos. Millones de personas se confesaron culpables, sin serlo, de
terribles crímenes y recibieron castigos, supuestamente ejemplares, que
variaron desde las palizas a la deportación o la muerte.
Los resultados de
la que fuera denominada revolución
cultural proletaria rayaron en lo absurdo. Como muchos instrumentos
musicales eran de origen occidental fueron destruidos por pertenecer a una
cultura contrarrevolucionaria. La misma suerte corrieron libros y obras de
arte.
En aquel tiempo, la Policía llegó a confiscar
juegos que la gente tenía en sus casas. La Guardia Roja quemó públicamente
muchos tableros de ajedrez y no sólo porque fuera un juego burgués procedente
de Occidente, sino ¡porque era un juego ruso!
Como siempre sucede en estas situaciones,
las más graves consecuencias las sufrieron las personas. En el “A Modo de
Prefacio” que precede a los textos de Liu Henche en su libro La Escuela China de Ajedrez se puede leer: “Por razones
políticas bien conocidas, (Liu Henche) se vio privado de la posibilidad de
jugar al ajedrez entre 1966 y 1976, época durante la cual ni siquiera podía
alimentar a su familia. …. Con su andrajosa vestimenta, iba todos los días a la Biblioteca de Pekín
para traducir textos rusos sobre ajedrez, que luego estudiaba de noche. Durante
aquellos años tradujo más de un millón de palabras.
Una vez suprimida “la banda de los cuatro”
(detenidos en 1976), Liu Henche volvió al mundo del ajedrez.”
Como sabemos, China es hoy una gran potencia
en el juego milenario…
Con todo,
las dos situaciones más lamentables por las que ha pasado el ajedrez en tiempos
recientes, se han producido en países de mayoría musulmana y han tenido su
origen en la intransigencia y en la radicalidad de los dirigentes religiosos
islamistas.
IRÁN.
La Historia nos recuerda
que, en 1979, Jomeini (1900-1989) regresó a Irán tras la huída del Sha, y presidió desde entonces la Revolución Islámica. Después de aprobar la nueva Constitución en ese
mismo año, se le convirtió en el supremo
líder político y religioso de forma vitalicia. Fue llamado ayatolá,
"regalo de Dios", título honorífico de los jefes religiosos shiíes.
Pero pronto se comprobó que su régimen apoyaba a grupos terroristas y fomentaba
la propagación de las creencias radicales fundamentalistas islámicas. Entre las
medidas revolucionarias, el ayatolá Jomeini dictó, en enero de 1979, la prohibición
que afectaba a nuestro juego. No sólo la representación en los trebejos de
figuras humanas o de animales -que prohibe el Corán-, sino también su relación
con las apuestas y el abandono de la oración, sirvieron de base a la condena
dictada por la radical intransigencia religiosa. “El ajedrez es un juego
diabólico que perturba la mente de quienes lo practican”, parece que fue la
sentencia del ayatolá.
El equipo de Irán que se había inscrito
para participar en la
Olimpiada de Buenos Aires, por razones obvias, no llegó a
presentarse. Las carreras de Kamran Shirazi, Mershad Sharif y Khosro Harandi,
jugadores con títulos Internacionales y
prometedor futuro, que hubieran ocupado los tres primeros tableros olímpicos,
sufrieron un grave trastorno. Los dos primeros salieron del país. Shirazi se
estableció en los EEUU. En cuanto a Sharif, Leontxo García me contó que “se vio obligado a huir de Irán
porque allí era imposible seguir jugando y además podía ser tratado casi como
un delincuente y tener serios problemas en su vida normal”.
Otro equipo
nacional vio perturbada su participación en la Olimpiada por causa de
los sucesos del Irán. En la primera jornada de juego, un equipo tan fuerte como
era entonces el de Filipinas no consiguió más que el empate contra Andorra, uno
de los más débiles conjuntos de la competición. Pocos aficionados saben que
esto fue debido a que el equipo asiático no tenía más que dos jugadores delante de los
tableros de juego, pues otros cuatro componentes del equipo (Eugenio Torre, Ruben Rodriguez, Rico Mascarinas y
Glenn Bordonada) estaban
retenidos en Teherán, donde participaban en uno de los torneos del circuito
Asiático que se jugaba aquel año. La situación de guerra civil que se vivía en
Irán obligó a cancelar el torneo. El aeropuerto estaba prácticamente colapsado
por extranjeros y partidarios del sha que se afanaban por abandonar el país…; y
sólo gracias a la intervención de la Federación iraní, pudieron los cuatro maestros
filipinos salir de Teherán.
El edicto
de Jomeini causó una larga polémica entre los intelectuales iraníes, a
consecuencia de la cual el ayatolá revocó públicamente la prohibición poco
antes de su muerte y después de haber experimentado un cambio de opinión,
llegando incluso a admitir el alto valor educativo e intelectual del
juego.
Irán, que era miembro de la FIDE hasta 1976, estuvo
“ausente” del organismo internacional hasta que se dio de alta de nuevo en
1990. Afortunadamente,
Irán parece despertar… Si hace unos años sólo era un sueño que existiese un
gran maestro iraní, en 2008 el país ya contaba con cinco grandes maestros
además de una gran maestra femenina.
AFGANISTÁN.
Los organizadores de la XXXII edición de la Olimpiada (Erevan, Armenia 1996) se enfrentaban a un
serio problema para el que no encontraban solución. Habían transcurrido ya
siete de las catorce rondas de que constaba la competición, y la representación
de Afganistán no se había presentado todavía, ni nadie sabía dónde se
encontraba. Por fin a las 4 de la mañana del mismo día en que debía celebrarse
la octava ronda, después de un calamitoso viaje, exhaustos y sin dinero,
aparecieron los seis miembros del equipo afgano masculino,
terminando así con catorce años de ausencia de la competición olímpica, una
ausencia que era debida a que el ajedrez (como el fútbol) estaba prohibido en
la mayor parte de su país.
Los talibán surgieron de la unión de varios grupos de
estudiantes de las madrassas o escuelas islámicas de Afganistán. Muchos de sus miembros nacieron en campos de refugiados de
Pakistán y se educaron en sus escuelas. Allí también aprendieron la lucha de
guerrillas y se prepararon para la toma de Kabul. Llegaron a controlar
el 80 % de Afganistán pese a no ser reconocidos como gobierno legítimo por
más de tres países. Habían declarado que su objetivo principal era imponer la ley islámica y conseguir un estado de paz…; en realidad,
se instauró el terror en las calles.
En septiembre de 1996 conquistaron la capital
afgana implantando un régimen islámico severo y sorprendieron al mundo con
algunas de sus acciones más extremas, como la voladura de los budas gigantes de
Bamiyán. Entre otras muchas cosas se abolió el derecho al voto, se prohibió el
acceso a la educación de las mujeres, vestirse con ropa extranjera, mirar a las
mujeres, ver películas, escuchar música, … Desde su toma del poder, los talibán
erradicaron la práctica del juego de ajedrez. La más radical interpretación del
Corán y de las leyes islámicas por parte de los líderes religiosos condujo a
tan drástica como arbitraria medida. Explicaré la situación con las palabras de
Ajmal Jamshidi, secretario de la Federación
Afgana en el exilio, quien por aquel entonces residía en
Amsterdam: “En 1994 había unos veinte mil ajedrecistas activos en mi país.
Muchos de ellos huyeron. De los que quedaron, 1900 fueron detenidos por
actividades políticas o simplemente por jugar torneos clandestinos. Nos consta
que fueron torturados y que doce de ellos murieron en el arresto. Todos los
clubes de ajedrez fueron destruidos. Los tableros, las piezas y los relojes se
vendieron en Paquistán y los libros técnicos fueron quemados”; todo lo cual, la
policía requisaba hasta de las casas particulares.
En un artículo de Leontxo García, El Jaque
vuelve a Kabul, aparecido el 12.02.2002 en El País, se apuntaba: “El ajedrez es una de las actividades,
prohibidas por el régimen talibán, que ha vuelto a las calles de Kabul. Tras
cinco años de partidas clandestinas de alto riesgo, 138 jugadores disputaron un
torneo la semana pasada en total libertad.”
Aquí termino.
Lo que dejo escrito es cuanto
puedo aportar sobre este asunto. Nada nuevo, nada original. Ningún
“descubrimiento” histórico, pues tal logro escapa a mis conocimientos. Mi
pretensión es más modesta ya que sólo puede alcanzar carácter y forma de
divulgación de unas informaciones dirigidas a aficionados del ajedrez que,
quizás, nunca se pararon a pensar en tales cosas…y que yo he aprovechado, en
esta ocasión, para ponerlas en el lugar que, muy probablemente, les
corresponde.
Los
historiadores pueden seguir discutiendo sobre los orígenes del ajedrez y,
probablemente, no se pondrán de acuerdo en mucho tiempo. Sin embargo hay una
cuestión en la que existe absoluta conformidad: los musulmanes fueron un
elemento clave para la expansión del juego en Eurasia, es decir, hacia el
oeste. Mahoma había nacido en el año 571; en 629, el Islam había triunfado en Arabia y en el 650, Arabia
se había apoderado de Persia. Cuando los árabes empezaron a movilizarse hacia
el oeste, ya habían aprendido de los persas el juego del chatrang. En el horizonte apareció, sin embargo, un obstáculo para
la expansión del juego. Los juristas
musulmanes plantearon la cuestión de su legalidad, pues si no se ajustaba a los
preceptos de Mahoma, un creyente no podría practicarlo. El profeta había dejado
claro que se oponía a los juegos de azar y que las diversiones de un creyente
debían limitarse al caballo, el arco y sus esposas. Según una tradición árabe:
“Alá posa cada día trescientas sesenta veces su misericordiosa mirada sobre el
mundo, sin que en ninguna de ellas descansen sus ojos sobre los que juegan al
ajedrez”. Así pues, las primeras opiniones de los juristas fueron de rechazo
por considerarlo contrario a la letra de la ley.
Esta actitud hostil colocó a los
intérpretes de la ley en una situación muy apurada cuando muchos miembros de
las clases más elevadas, incluidos varios califas, se convirtieron en
auténticos admiradores y practicantes apasionados de la nueva distracción. Ello
provocó la necesidad de encontrar una solución de compromiso que los juristas
no tardaron en encontrar. La práctica del juego sería legal si cumpliera con
determinadas condiciones: 1) si no se jugase con apuestas o dinero de por
medio; 2) si no interfiriera el rezo regular de los creyentes; 3) si no se
mostrara enfado ni se utilizaran palabras groseras o indecentes; 4) si no fuera
jugado en la calle ni otros lugares públicos.
No parece que estas prohibiciones alcanzasen
a los califas, dirigentes políticos y religiosos del Islam: casi todos los
poderosos califas de aquel tiempo practicaron el novedoso juego y mucho
tuvieron que ver con el florecimiento alcanzado por el ajedrez musulmán en los
siglos siguientes. El califa al-Mahdi (+785), padre del famoso Harum al-Rashid
parece que fue un gran aficionado a nuestro juego y, de hecho, estableció una
tradición familiar. Sin embargo, el historiador árabe al-Masudi afirma que fue
Harum al-Rashid (786-809) el primer califa abasí que jugó al ajedrez (para
nosotros, conocido por los cuentos de “Las
mil y una noches”). Sus tres hijos también fueron califas en Bagdad y
entusiastas ajedrecistas.
Cuando se
pretende entrar con espíritu crítico en las informaciones que nos llegan sobre
la prohibición, casi siempre encontramos
que, con criterio erróneo, se juzgan las situaciones del pasado como si fueran
actuales… sin pararse a considerar que la forma de pensar y de actuar de los
humanos ha sido distinta según las épocas en que vivieron.
La
equiparación del ajedrez con los juegos de dados es, por otra parte, el motivo
principal de las reiteradas prohibiciones del ajedrez (?) en
Al respecto, no estaría de más conocer un poquito de Historia: En 858,
el Emperador Miguel III apodado el Beodo y su ministro Bardas depusieron y
desterraron al Patriarca de Constantinopla nombrando como nuevo patriarca a
Focio, un miembro de la Corte , oficial mayor de su
guardia, laico, aunque culto y erudito
que recibió en cinco días todas las
órdenes sagradas de manos de un obispo suspendido y poco amigo del depuesto
patriarca. El papa Adriano II convocó el Concilio contra el Cisma
de Focio.
La opinión
del clero era que el juego de ajedrez debía compararse con el de los dados,
prohibido por el Concilio de Constantinopla (869) y castigado con excomunión. La decisión de este
Concilio sirvió de apoyatura no solamente a las prohibiciones dirigidas al
clero de Bizancio, sino también para las de la iglesia de Roma que sostenía una
parecida intolerancia hacia el ajedrez, aunque ya se hubiera producido la
ruptura (Cisma) entre ambas iglesias.
Con la
expansión y desarrollo del juego, miembros de la elite feudal, e incluso de los
clérigos, introdujeron la costumbre de apostar grandes sumas de dinero en el
juego. El conocimiento de esta circunstancia hace más fácil comprender la
postura tanto de la Iglesia
como de los poderes civiles de algunos países que calificaban el ajedrez como
un juego de azar. Y, quizás también, se entiendan mejor la extensión y los
límites de las supuestas prohibiciones. Refiriéndose a las Siete Partidas de Alfonso X, César Bordons anota: “La legislación…con respecto al juego
obedece fundamentalmente a consideraciones de tipo moral y a preocupaciones de
seguridad pública, de evitar conflictos. Pero a partir de la revuelta mudéjar
(1264-1266) y del reinicio de la guerra con los musulmanes el rey va a
modificar su actitud ante el problema del juego, adoptando una política
completamente prohibicionista que se justifica por la preocupación real ante la
ruina financiera y moral que el juego provocaba en muchas personas. Esta
proscripción del juego va reforzada con el establecimiento de durísimas
sanciones económicas para los que lo practicasen”.
He leído también varias versiones, sin matización
alguna, sobre que bajo la influencia del Rey Luis IX (luego canonizado), el
juego fue oficialmente prohibido en Francia. El historiador Titus Burkhardt, en
La civilización hispano-árabe,
precisa que: “San Luís, rey de
Francia, prohibió en el año 1254
a sus súbditos el juego del ajedrez. Se jugaba
generalmente por dinero.” Y, con toda
probabilidad, esta prohibición trataba de evitar los abusos y posibles
desviaciones del dinero a su cuidado en los que podían caer apasionados jugadores, que fueran funcionarios
de la administración real. A igual criterio podrían responder las prohibiciones
de las administraciones locales de Padua en 1236 y Anghiari en 1240 que parecen
seguir el mismo camino del ya indicado en Verona. Pero queda claro que tales
prohibiciones ¡no pueden adjudicarse a la Iglesia !...
Algunos historiadores aseguran que el
ajedrez se introdujo en Europa gracias a las cruzadas; y unos cuantos de esos
historiadores inmediatamente hacen referencia a una prohibición muy concreta.
Copio, a continuación, un texto que debo haber sacado de algún libro de
Historia: “En las encomiendas y castillos de la Orden del Temple estaban
prohibidos el ocio y las distracciones, así como las apuestas y los juegos de
ajedrez o dados, a los que tan aficionados eran los caballeros de aquel tiempo”.
He
encontrado también, en diferentes textos, que “San Bernardo vedó los trebejos a
los templarios” (por ejemplo, Dumitru Taraiou, en AJEDREZ, 1972) y en algunos
de esos escritos se precisa: “en las normas de la Orden ”. Debo decir, en primer lugar, que he leído los 72
Capítulos que componen la
Primera Regla del Temple, la que diera San Bernardo a Hugo de
Payens y a los primeros caballeros de la Orden Templaria y ¡no he
encontrado tal prohibición! Deberemos recordar, no obstante, que además de las
Reglas, los deberes cotidianos de un Caballero del Temple debían ajustarse a
las condiciones que el comendador y los caballeros veteranos iban explicando
cada día a los aspirantes. “Estaban severamente proscritos el ocio, las distracciones
y las conversaciones agradables” (Georges Bordonove en La vida cotidiana de los Templarios). Y, en estas circunstancias,
resulta lógica la prohibición concreta: “Estaba prohibido jugar al ajedrez y al
tric-trac (juego de dados sobre
tablero cuadriculado), juegos que todos habían aprendido en sus familias y que
creían inocentes pero que la regla descartaba porque los consideraba motivo de
disputa. Sólo se toleraba el juego de la rayuela, las tabas,…y no se podía
apostar la más mínima prenda”. Por otro lado, conservo una anotación en mi
agenda -pero desconozco su origen- en la
que leo: Dice San Bernardo en el escrito donde hace un entusiasta retrato de
los primeros templarios: “Detestan el ajedrez y los dados, tienen horror a la
caza…”. Lo que no tendría que ser, necesariamente, una prohibición. Pero,
después de consultar la
Breve Historia de la Orden del Temple de José Luís Corral, parece
más preciso decir que, en un escrito de Bernardo de Claraval sobre el modo de
vida de los templarios, el santo afirma: “Están desterrados el juego del
ajedrez y los dados.”
He
procurado recopilar todas las acusaciones que se vierten contra la Iglesia relacionadas con
sus presuntas prohibiciones referidas al juego de ajedrez… en la misma forma
que fueron formuladas en los diferentes
escritos consultados, muchos de ellos “anónimos”. Debo anotar desde el
principio que la mayor parte de las acusaciones carecen de rigor y se exponen
en nuestra lengua mediante torpes traducciones, copiando y copiando de la
copia, aunque lo copiado sea –evidentemente- un disparate. Dejaré aparte esos
infundios y me referiré, a continuación, a algunas de tales prohibiciones las
cuales tienen, al menos, una base real.
En una carta auténtica, dirigida al Papa
Alejandro II y escrita en 1061 por el cardenal Pedro Damián, obispo de Ostia,
se da cuenta del castigo impuesto a un
prelado de su jurisdicción por entretenerse todas las tardes jugando al
ajedrez, juego que califica de pasatiempo sacrílego para un ministro del Señor.
En 1208, el obispo de París, Eudes du Sully
había prohibido el ajedrez al clero bajo
su jurisdicción. (Aclaro, además, que la prohibición alcanzaba solamente a
los estudiantes de las escuelas episcopales –“clerici”- que dependían del
obispo en los asuntos referidos al orden y buen gobierno). Y, en 1291, John Peckham, arzobispo de
Canterbury, castigó a los monjes y al prior del monasterio de Coxford
(Norfolk) a una dieta de “pan y agua” hasta que, desintoxicadas sus mentes de
esta obsesión, volvieron al rezo del rosario.
El Sínodo de Worchester (Inglaterra 1240),
el Concilio de Beziers (Francia 1255) y el de Trier (Alemania 1310) así como
también el Sínodo de Wurzburg (Alemania 1329) prohibieron al clero el juego del ajedrez.
De la
simple lectura de los párrafos anteriores (en los que he trasladado en cursiva las palabras que deseo
destacar), se deduce con claridad que estas prohibiciones -otras veces, sólo
castigos- se dirigieron exclusivamente
al clero, a las personas de vida consagrada, pero nunca a otros sectores de los
creyentes ni a otro tipo de ciudadanos. Nada que ver, por tanto, con las
determinaciones de Jomeini o del régimen talibán, por ejemplo… ¡seiscientos o
setecientos años después!
Además de las razones expuestas, creo que merece la pena
reproducir el siguiente comentario debido a Bernard Lucas en el mismo artículo
ya citado anteriormente: “Es difícil imaginar que el juego con piezas haya
podido estar prohibido al mismo tiempo que la colección de sermones sobre el
juego de ajedrez, del dominico Jacques de Cessoles, disfrutaba de un inmenso
éxito en Europa”. Debe saberse que con este tratado (Liber de moribus hominum et oficiis nobilium super ludo scaccorum),
escrito probablemente hacia finales del XIII, “se reivindica el ajedrez, muchas
veces cuestionado en su relación con el azar de los dados y las apuestas por
dinero” como escribe Zoilo R. Caputto en El
arte del estudio de ajedrez. También parece poco creíble que el rey
castellano Alfonso X el Sabio se atreviera a componer y publicar el Libro del ajedrez, dados y tablas, si
hubiera habido una prohibición de la
Iglesia que afectara a todos sus fieles…
Por otro lado, no debe dejar de señalarse también que la prohibición, cuando existió
como tal, resultó frecuentemente violada… por los clérigos “enganchados”. Con todo, en el siglo XV pueden encontrarse
muestras de un rigor más suave en los castigos. Así, en el concilio senonense
(1485) se dispusieron penas de incomunicación para los clérigos que jugasen en público, si bien les era permitido
practicar el juego en privado. Después de tres siglos de dura lucha, los más
severos dirigentes eclesiásticos se vieron obligados a ceder. Las posiciones
indulgentes se fueron incrementando en la medida que iba desapareciendo la
costumbre de apostar dinero en la partida de ajedrez. Hacia el final del siglo
XIV -leemos- el Concilio de Ratisbona levantó el entredicho. En el ámbito cristiano algunas “prohibiciones”
habrían durado, probablemente, hasta el pontificado de León X (1513) quien,
según parece, llegó a ser un ferviente aficionado a la práctica del juego.
Y, a partir de aquí, de esas fechas,
encontramos a diversos ministros de la Iglesia , entre los más distinguidos practicantes
y estudiosos del juego. No se olvide que Ruy López de Segura, el mejor jugador
del siglo XVI, era un clérigo nacido en Zafra (Badajoz); o que también era
sacerdote el italiano Pietro Carrera (1573-1647), uno de los mejores
tratadistas de su tiempo. Recuérdese que
Doménico Ponziani (1719-1796), sacerdote y canónigo, es considerado el mejor
teórico italiano del siglo en que vivió…
En los
dominios de la iglesia Oriental, se había condenado el ajedrez hacia finales
del siglo XI. En 1081, Alejo I Comneno fue elegido emperador de Bizancio.; su
hija Ana Comnnena escribió una biografía de su padre (la Alexiada )
y en ella se menciona que el emperador jugaba apasionadamente al
ajedrez. Un antiguo capitán de la guardia imperial, Juan Zonares, luego monje
ortodoxo (+1118), en sus comentarios al derecho canónico de la iglesia
ortodoxa, dejó escrito que el art. 42
preveía la excomunión para el jugador de ajedrez, incluso cuando éste fuera un
seglar. La siguiente centuria vio la mayor dureza en la lucha contra la
práctica del juego.
Muestras de la intransigencia de algunos
rectores eclesiásticos y civiles, también han llegado hasta nosotros. El
arcipreste Silvestre escribió en 1549 que aquellos que juegan al ajedrez “irán
directamente al infierno y serán por siempre malditos”. En tiempos del zar Iván
el Terrible, que murió mientras disputaba una partida, la colección Stroglav
(Consejo de los Cien Capítulos, reunidos por el clero en 1551) incluyó el
ajedrez entre los ”juegos de posesión
diabólica”. Parece que, todavía en el siglo XVII, el ajedrez estaba prohibido
en Rusia. Al menos, he leído unos párrafos en los que se cuenta cómo, en el año
1649, el zar Alejo Mijailovich (1629-1676) se encontró a unos jugadores practicando
el ajedrez y ordenó que fueran azotados y encarcelados.
Pero no sólo en el mundo
cristiano estuvieron presentes las posturas a favor o en contra del juego.
Según Maimónides (1155-1204) a los judíos les estaba prohibido jugar apostando
dinero. Para Kalonymos en su obra Eben
Hohan (1322) la prohibición era incondicional. Aaron Sason de
Constantinopla recomienda que se evite jugar en Sabath. Pero en el siglo XVI el
ajedrez estaba permitido como un pasatiempo en el Sabath; y llegó a ser
costumbre en Alemania, utilizar piezas de
plata en honor a la festividad del día.
La literatura judía contiene numerosas
opiniones de los rabinos unas veces a favor y otras en contra. Según algún escrito
antiguo, en España, jugar al ajedrez era sancionado por los rabinos. Sin
embargo, tras una visita durante la peste de 1575, los tres rabinos de Cremona
(Italia) declararon que, con la excepción
del ajedrez, todos los juegos son “siempre perversos y causa de todas las
desdichas”.
El día 14 de enero de 1711 estalla un
pavoroso incendio en el ghetto judío de la ciudad alemana de Frankfurt. El
historiador alemán Johann Jacob Schudt (1664-1722) cuenta que, después del gran
incendio, la comunidad judía tomó una resolución para prohibir los juegos por
un período de catorce años. Esto ha sido interpretado por algunos como una
prohibición para jugar al ajedrez; pero he tenido la suerte de poder consultar
con un especialista en literatura judaica quien me ha aclarado que una de las
excepciones a esa norma prohibitiva era el ajedrez pues, como el mismo Schudt
indica, “no incrementa la avaricia sino que, al contrario, aguza la mente y
exige reflexión.” Y, en línea con ese pensamiento, a los menores de catorce
años les estaba permitido aprender el juego basándose en que, de esa manera, se
agudizaba su inteligencia.
EN TIEMPOS
MODERNOS…
Mejor se
conocen, como es natural, los acontecimientos más recientes. Y ahora sí que
podrá hablarse ya de auténticas prohibiciones…
CHINA.
Nuestro juego fue prohibido en China durante la revolución cultural que había comenzado en 1966.
Mao recurrió al uso del terror apoyado, fundamentalmente, en los
guardias rojos. Millones de personas se confesaron culpables, sin serlo, de
terribles crímenes y recibieron castigos, supuestamente ejemplares, que
variaron desde las palizas a la deportación o la muerte.
Los resultados de
la que fuera denominada revolución
cultural proletaria rayaron en lo absurdo. Como muchos instrumentos
musicales eran de origen occidental fueron destruidos por pertenecer a una
cultura contrarrevolucionaria. La misma suerte corrieron libros y obras de
arte.
En aquel tiempo, la Policía llegó a confiscar
juegos que la gente tenía en sus casas. La Guardia Roja quemó públicamente
muchos tableros de ajedrez y no sólo porque fuera un juego burgués procedente
de Occidente, sino ¡porque era un juego ruso!
Como siempre sucede en estas situaciones,
las más graves consecuencias las sufrieron las personas. En el “A Modo de
Prefacio” que precede a los textos de Liu Henche en su libro La Escuela China de Ajedrez se puede leer: “Por razones
políticas bien conocidas, (Liu Henche) se vio privado de la posibilidad de
jugar al ajedrez entre 1966 y 1976, época durante la cual ni siquiera podía
alimentar a su familia. …. Con su andrajosa vestimenta, iba todos los días a la Biblioteca de Pekín
para traducir textos rusos sobre ajedrez, que luego estudiaba de noche. Durante
aquellos años tradujo más de un millón de palabras.
Una vez suprimida “la banda de los cuatro”
(detenidos en 1976), Liu Henche volvió al mundo del ajedrez.”
Como sabemos, China es hoy una gran potencia
en el juego milenario…
Con todo,
las dos situaciones más lamentables por las que ha pasado el ajedrez en tiempos
recientes, se han producido en países de mayoría musulmana y han tenido su
origen en la intransigencia y en la radicalidad de los dirigentes religiosos
islamistas.
El equipo de Irán que se había inscrito
para participar en la
Olimpiada de Buenos Aires, por razones obvias, no llegó a
presentarse. Las carreras de Kamran Shirazi, Mershad Sharif y Khosro Harandi,
jugadores con títulos Internacionales y
prometedor futuro, que hubieran ocupado los tres primeros tableros olímpicos,
sufrieron un grave trastorno. Los dos primeros salieron del país. Shirazi se
estableció en los EEUU. En cuanto a Sharif, Leontxo García me contó que “se vio obligado a huir de Irán
porque allí era imposible seguir jugando y además podía ser tratado casi como
un delincuente y tener serios problemas en su vida normal”.
Otro equipo
nacional vio perturbada su participación en la Olimpiada por causa de
los sucesos del Irán. En la primera jornada de juego, un equipo tan fuerte como
era entonces el de Filipinas no consiguió más que el empate contra Andorra, uno
de los más débiles conjuntos de la competición. Pocos aficionados saben que
esto fue debido a que el equipo asiático no tenía más que dos jugadores delante de los
tableros de juego, pues otros cuatro componentes del equipo (Eugenio Torre, Ruben Rodriguez, Rico Mascarinas y
Glenn Bordonada) estaban
retenidos en Teherán, donde participaban en uno de los torneos del circuito
Asiático que se jugaba aquel año. La situación de guerra civil que se vivía en
Irán obligó a cancelar el torneo. El aeropuerto estaba prácticamente colapsado
por extranjeros y partidarios del sha que se afanaban por abandonar el país…; y
sólo gracias a la intervención de la Federación iraní, pudieron los cuatro maestros
filipinos salir de Teherán.
El edicto
de Jomeini causó una larga polémica entre los intelectuales iraníes, a
consecuencia de la cual el ayatolá revocó públicamente la prohibición poco
antes de su muerte y después de haber experimentado un cambio de opinión,
llegando incluso a admitir el alto valor educativo e intelectual del
juego.
Irán, que era miembro de la FIDE hasta 1976, estuvo
“ausente” del organismo internacional hasta que se dio de alta de nuevo en
1990. Afortunadamente,
Irán parece despertar… Si hace unos años sólo era un sueño que existiese un
gran maestro iraní, en 2008 el país ya contaba con cinco grandes maestros
además de una gran maestra femenina.
Los talibán surgieron de la unión de varios grupos de
estudiantes de las madrassas o escuelas islámicas de Afganistán. Muchos de sus miembros nacieron en campos de refugiados de
Pakistán y se educaron en sus escuelas. Allí también aprendieron la lucha de
guerrillas y se prepararon para la toma de Kabul. Llegaron a controlar
el 80 % de Afganistán pese a no ser reconocidos como gobierno legítimo por
más de tres países. Habían declarado que su objetivo principal era imponer la ley islámica y conseguir un estado de paz…; en realidad,
se instauró el terror en las calles.
En septiembre de 1996 conquistaron la capital
afgana implantando un régimen islámico severo y sorprendieron al mundo con
algunas de sus acciones más extremas, como la voladura de los budas gigantes de
Bamiyán. Entre otras muchas cosas se abolió el derecho al voto, se prohibió el
acceso a la educación de las mujeres, vestirse con ropa extranjera, mirar a las
mujeres, ver películas, escuchar música, … Desde su toma del poder, los talibán
erradicaron la práctica del juego de ajedrez. La más radical interpretación del
Corán y de las leyes islámicas por parte de los líderes religiosos condujo a
tan drástica como arbitraria medida. Explicaré la situación con las palabras de
Ajmal Jamshidi, secretario de la Federación
Afgana en el exilio, quien por aquel entonces residía en
Amsterdam: “En 1994 había unos veinte mil ajedrecistas activos en mi país.
Muchos de ellos huyeron. De los que quedaron, 1900 fueron detenidos por
actividades políticas o simplemente por jugar torneos clandestinos. Nos consta
que fueron torturados y que doce de ellos murieron en el arresto. Todos los
clubes de ajedrez fueron destruidos. Los tableros, las piezas y los relojes se
vendieron en Paquistán y los libros técnicos fueron quemados”; todo lo cual, la
policía requisaba hasta de las casas particulares.
En un artículo de Leontxo García, El Jaque
vuelve a Kabul, aparecido el 12.02.2002 en El País, se apuntaba: “El ajedrez es una de las actividades,
prohibidas por el régimen talibán, que ha vuelto a las calles de Kabul. Tras
cinco años de partidas clandestinas de alto riesgo, 138 jugadores disputaron un
torneo la semana pasada en total libertad.”
Aquí termino.
Lo que dejo escrito es cuanto
puedo aportar sobre este asunto. Nada nuevo, nada original. Ningún
“descubrimiento” histórico, pues tal logro escapa a mis conocimientos. Mi
pretensión es más modesta ya que sólo puede alcanzar carácter y forma de
divulgación de unas informaciones dirigidas a aficionados del ajedrez que,
quizás, nunca se pararon a pensar en tales cosas…y que yo he aprovechado, en
esta ocasión, para ponerlas en el lugar que, muy probablemente, les
corresponde.
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