1 de marzo de 2017

Juego Prohibido

Julian Alonso Martín

Es cierto que en la historia de nuestro juego ha habido distintos momentos en los cuales no se ha permitido su práctica. Pretendo recoger  aquí un resumen de lo mucho que he leído sobre los tiempos de la prohibición y las circunstancias que rodearon aquellos impedimentos, así como tratar de llevar a sus justos términos algunas exageraciones, poco o nada documentadas, que ya parecen verdades por lo mucho que se han repetido tan falsas versiones.

Los historiadores pueden seguir discutiendo sobre los orígenes del ajedrez y, probablemente, no se pondrán de acuerdo en mucho tiempo. Sin embargo hay una cuestión en la que existe absoluta conformidad: los musulmanes fueron un elemento clave para la expansión del juego en Eurasia, es decir, hacia el oeste. Mahoma había nacido en el año 571; en 629, el Islam  había triunfado en Arabia y en el 650, Arabia se había apoderado de Persia. Cuando los árabes empezaron a movilizarse hacia el oeste, ya habían aprendido de los persas el juego del chatrang. En el horizonte apareció, sin embargo, un obstáculo para la expansión del juego.  Los juristas musulmanes plantearon la cuestión de su legalidad, pues si no se ajustaba a los preceptos de Mahoma, un creyente no podría practicarlo. El profeta había dejado claro que se oponía a los juegos de azar y que las diversiones de un creyente debían limitarse al caballo, el arco y sus esposas. Según una tradición árabe: “Alá posa cada día trescientas sesenta veces su misericordiosa mirada sobre el mundo, sin que en ninguna de ellas descansen sus ojos sobre los que juegan al ajedrez”. Así pues, las primeras opiniones de los juristas fueron de rechazo por considerarlo contrario a la letra de la ley.

    Esta actitud hostil colocó a los intérpretes de la ley en una situación muy apurada cuando muchos miembros de las clases más elevadas, incluidos varios califas, se convirtieron en auténticos admiradores y practicantes apasionados de la nueva distracción. Ello provocó la necesidad de encontrar una solución de compromiso que los juristas no tardaron en encontrar. La práctica del juego sería legal si cumpliera con determinadas condiciones: 1) si no se jugase con apuestas o dinero de por medio; 2) si no interfiriera el rezo regular de los creyentes; 3) si no se mostrara enfado ni se utilizaran palabras groseras o indecentes; 4) si no fuera jugado en la calle ni otros lugares públicos.
   No parece que estas prohibiciones alcanzasen a los califas, dirigentes políticos y religiosos del Islam: casi todos los poderosos califas de aquel tiempo practicaron el novedoso juego y mucho tuvieron que ver con el florecimiento alcanzado por el ajedrez musulmán en los siglos siguientes. El califa al-Mahdi (+785), padre del famoso Harum al-Rashid parece que fue un gran aficionado a nuestro juego y, de hecho, estableció una tradición familiar. Sin embargo, el historiador árabe al-Masudi afirma que fue Harum al-Rashid (786-809) el primer califa abasí que jugó al ajedrez (para nosotros, conocido por los cuentos de “Las mil y una noches”). Sus tres hijos también fueron califas en Bagdad y entusiastas ajedrecistas.
  
Cuando se pretende entrar con espíritu crítico en las informaciones que nos llegan sobre la prohibición,  casi siempre encontramos que, con criterio erróneo, se juzgan las situaciones del pasado como si fueran actuales… sin pararse a considerar que la forma de pensar y de actuar de los humanos ha sido distinta según las épocas en que vivieron.
La equiparación del ajedrez con los juegos de dados es, por otra parte, el motivo principal de las reiteradas prohibiciones del ajedrez (?) en la Edad Media. ¿En cuantas ocasiones, los traductores habrán tomado por ajedrez lo que en realidad era un juego de dados sobre tablero? Porque, “La condena del ajedrez descansa sobre una confusión de términos; scacus designaba tanto el juego de ajedrez como el juego de dados practicado sobre el tablero escaqueado”, escribe Bernard Lucas en un artículo disponible en Internet titulado L´eglise et le jeu d´echecs.
Parece probado que, cuando se produce la transmisión desde los persas a los árabes, el juego se disputa ya solamente entre dos bandos, es decir, está más cercano al ajedrez que nosotros conocemos. Aún así, algunas variedades se jugaban con dados, como se deduce de la lectura del Libro del Ajedrez, dados y tablas (1283, editado en Sevilla): "bien como metieron por aquella razón mesme los dados en el acedrex, porque se iogare más ayna".

Pruebas de una cierta actitud negativa de la Iglesia hacia el ajedrez pueden ser encontradas, por ejemplo, en el siglo IX, en el Nomocanon, una colección de leyes canónicas recopiladas por el Patriarca Focio.


Al respecto, no estaría de más conocer un poquito de Historia: En 858, el Emperador Miguel III apodado el Beodo y su ministro Bardas depusieron y desterraron al Patriarca de Constantinopla nombrando como nuevo patriarca a Focio, un miembro de la  Corte, oficial mayor de su guardia,  laico, aunque culto y erudito que recibió en cinco días  todas las órdenes sagradas de manos de un obispo suspendido y poco amigo del depuesto patriarca. El papa Adriano II convocó el Concilio contra el Cisma de Focio.


La opinión del clero era que el juego de ajedrez debía compararse con el de los dados, prohibido por el Concilio de Constantinopla (869) y  castigado con excomunión. La decisión de este Concilio sirvió de apoyatura no solamente a las prohibiciones dirigidas al clero de Bizancio, sino también para las de la iglesia de Roma que sostenía una parecida intolerancia hacia el ajedrez, aunque ya se hubiera producido la ruptura (Cisma) entre ambas iglesias.

Con la expansión y desarrollo del juego, miembros de la elite feudal, e incluso de los clérigos, introdujeron la costumbre de apostar grandes sumas de dinero en el juego. El conocimiento de esta circunstancia hace más fácil comprender la postura tanto de la Iglesia como de los poderes civiles de algunos países que calificaban el ajedrez como un juego de azar. Y, quizás también, se entiendan mejor la extensión y los límites de las supuestas prohibiciones. Refiriéndose a las Siete Partidas de Alfonso X, César Bordons anota: “La legislación…con respecto al juego obedece fundamentalmente a consideraciones de tipo moral y a preocupaciones de seguridad pública, de evitar conflictos. Pero a partir de la revuelta mudéjar (1264-1266) y del reinicio de la guerra con los musulmanes el rey va a modificar su actitud ante el problema del juego, adoptando una política completamente prohibicionista que se justifica por la preocupación real ante la ruina financiera y moral que el juego provocaba en muchas personas. Esta proscripción del juego va reforzada con el establecimiento de durísimas sanciones económicas para los que lo practicasen”.

   La basílica de San Zenón es, en la historia de Verona, algo más que una catedral: es el templo y el símbolo de la ciudad-Estado.  Al tomar posesión de su cargo, el alcalde tenía que llevar a cabo una visita a la basílica y, en su juramento, entre otras cuestiones, señalaba: “Prohibiré que en Verona y su distrito haya juegos de azar u otro juego de dados o escaques (…) en cada ocasión le quitaré veinte libras de multa al transgresor.”, según leo en Grandes pecadores, grandes catedrales del italiano Cesare Marchi.


   He leído también varias versiones, sin matización alguna, sobre que bajo la influencia del Rey Luis IX (luego canonizado), el juego fue oficialmente prohibido en Francia. El historiador Titus Burkhardt, en La civilización hispano-árabe, precisa que: “San Luís, rey de Francia, prohibió en el año 1254 a sus súbditos el juego del ajedrez. Se jugaba generalmente por dinero.”  Y, con toda probabilidad, esta prohibición trataba de evitar los abusos y posibles desviaciones del dinero a su cuidado en los que podían caer  apasionados jugadores, que fueran funcionarios de la administración real. A igual criterio podrían responder las prohibiciones de las administraciones locales de Padua en 1236 y Anghiari en 1240 que parecen seguir el mismo camino del ya indicado en Verona. Pero queda claro que tales prohibiciones ¡no pueden adjudicarse a la Iglesia!...

   Algunos historiadores aseguran que el ajedrez se introdujo en Europa gracias a las cruzadas; y unos cuantos de esos historiadores inmediatamente hacen referencia a una prohibición muy concreta. Copio, a continuación, un texto que debo haber sacado de algún libro de Historia: “En las encomiendas y castillos de la Orden del Temple estaban prohibidos el ocio y las distracciones, así como las apuestas y los juegos de ajedrez o dados, a los que tan aficionados eran los caballeros de aquel tiempo”.  

   He encontrado también, en diferentes textos, que “San Bernardo vedó los trebejos a los templarios” (por ejemplo, Dumitru Taraiou, en AJEDREZ, 1972) y en algunos de esos escritos se precisa: “en las normas de la Orden”. Debo  decir, en primer lugar, que he leído los 72 Capítulos que componen la Primera Regla del Temple, la que diera San Bernardo a Hugo de Payens y a los primeros caballeros de la Orden Templaria y ¡no he encontrado tal prohibición! Deberemos recordar, no obstante, que además de las Reglas, los deberes cotidianos de un Caballero del Temple debían ajustarse a las condiciones que el comendador y los caballeros veteranos iban explicando cada día a los aspirantes. “Estaban severamente proscritos el ocio, las distracciones y las conversaciones agradables” (Georges Bordonove en La vida cotidiana de los Templarios). Y, en estas circunstancias, resulta lógica la prohibición concreta: “Estaba prohibido jugar al ajedrez y al tric-trac (juego de dados sobre tablero cuadriculado), juegos que todos habían aprendido en sus familias y que creían inocentes pero que la regla descartaba porque los consideraba motivo de disputa. Sólo se toleraba el juego de la rayuela, las tabas,…y no se podía apostar la más mínima prenda”. Por otro lado, conservo una anotación en mi agenda -pero desconozco su origen-  en la que leo: Dice San Bernardo en el escrito donde hace un entusiasta retrato de los primeros templarios: “Detestan el ajedrez y los dados, tienen horror a la caza…”. Lo que no tendría que ser, necesariamente, una prohibición. Pero, después de consultar la Breve Historia de la Orden del Temple de José Luís Corral, parece más preciso decir que, en un escrito de Bernardo de Claraval sobre el modo de vida de los templarios, el santo afirma: “Están desterrados el juego del ajedrez y los dados.”
  
La Iglesia, al menos la Iglesia de Roma, ha sido injustamente señalada –creo yo- como responsable de las múltiples prohibiciones recaídas sobre el ajedrez. Es cierto que, en un primer tiempo, algunos doctores de la Iglesia se mostraron contrarios a su práctica por el excesivo tiempo perdido y la inmoderada pasión que originaba en los jugadores, así como por la posibilidad de jugar con dados y cruce de apuestas que lo convertían en un juego de azar. Escribe César Bordons en “El Libro de los Dados” que “los jugadores estaban especialmente mal considerados por la sociedad en general y por las autoridades, especialmente las eclesiásticas, debido a que frecuentemente los juegos de dados terminaban con blasfemias que vulneraban el tercero de los mandamientos de la iglesia: no tomar el nombre de Dios en vano. Sabemos, tanto por los códigos legales como por la literatura didáctica de la época que cuando un jugador perdía su partida -y su apuesta- era habitual que desahogase su frustración con insultos a Dios, a la Santa Virgen María y a todos los santos; incluso se han recogido testimonios de jugadores desairados que escupían sobre la cruz”.

He procurado recopilar todas las acusaciones que se vierten contra la Iglesia relacionadas con sus presuntas prohibiciones referidas al juego de ajedrez… en la misma forma que fueron formuladas  en los diferentes escritos consultados, muchos de ellos “anónimos”. Debo anotar desde el principio que la mayor parte de las acusaciones carecen de rigor y se exponen en nuestra lengua mediante torpes traducciones, copiando y copiando de la copia, aunque lo copiado sea –evidentemente- un disparate. Dejaré aparte esos infundios y me referiré, a continuación, a algunas de tales prohibiciones las cuales tienen, al menos, una base real.  
    En una carta auténtica, dirigida al Papa Alejandro II y escrita en 1061 por el cardenal Pedro Damián, obispo de Ostia, se da cuenta del castigo impuesto a un prelado de su jurisdicción por entretenerse todas las tardes jugando al ajedrez, juego que califica de pasatiempo sacrílego para un ministro del Señor.
    En 1208, el obispo de París, Eudes du Sully había prohibido el ajedrez al clero bajo su jurisdicción. (Aclaro, además, que la prohibición alcanzaba solamente a los estudiantes de las escuelas episcopales –“clerici”- que dependían del obispo en los asuntos referidos al orden y buen gobierno).  Y, en 1291, John Peckham, arzobispo de Canterbury, castigó a los monjes y al prior del monasterio de Coxford (Norfolk) a una dieta de “pan y agua” hasta que, desintoxicadas sus mentes de esta obsesión, volvieron al rezo del rosario.
   El Sínodo de Worchester (Inglaterra 1240), el Concilio de Beziers (Francia 1255) y el de Trier (Alemania 1310) así como también el Sínodo de Wurzburg (Alemania 1329) prohibieron al clero el juego del ajedrez.

De la simple lectura de los párrafos anteriores (en los que he trasladado en cursiva las palabras que deseo destacar), se deduce con claridad que estas prohibiciones -otras veces, sólo castigos- se dirigieron exclusivamente al clero, a las personas de vida consagrada, pero nunca a otros sectores de los creyentes ni a otro tipo de ciudadanos. Nada que ver, por tanto, con las determinaciones de Jomeini o del régimen talibán, por ejemplo… ¡seiscientos o setecientos años después!
   Además de las razones expuestas, creo que merece la pena reproducir el siguiente comentario debido a Bernard Lucas en el mismo artículo ya citado anteriormente: “Es difícil imaginar que el juego con piezas haya podido estar prohibido al mismo tiempo que la colección de sermones sobre el juego de ajedrez, del dominico Jacques de Cessoles, disfrutaba de un inmenso éxito en Europa”. Debe saberse que con este tratado (Liber de moribus hominum et oficiis nobilium super ludo scaccorum), escrito probablemente hacia finales del XIII, “se reivindica el ajedrez, muchas veces cuestionado en su relación con el azar de los dados y las apuestas por dinero” como escribe Zoilo R. Caputto en El arte del estudio de ajedrez. También parece poco creíble que el rey castellano Alfonso X el Sabio se atreviera a componer y publicar el Libro del ajedrez, dados y tablas, si hubiera habido una prohibición de la Iglesia que afectara a todos sus fieles…
Por otro lado, no debe dejar de señalarse también que la prohibición, cuando existió como tal, resultó frecuentemente violada… por los clérigos “enganchados”.  Con todo, en el siglo XV pueden encontrarse muestras de un rigor más suave en los castigos. Así, en el concilio senonense (1485) se dispusieron penas de incomunicación para los clérigos que jugasen en público, si bien les era permitido practicar el juego en privado. Después de tres siglos de dura lucha, los más severos dirigentes eclesiásticos se vieron obligados a ceder. Las posiciones indulgentes se fueron incrementando en la medida que iba desapareciendo la costumbre de apostar dinero en la partida de ajedrez. Hacia el final del siglo XIV -leemos- el Concilio de Ratisbona levantó el entredicho.  En el ámbito cristiano algunas “prohibiciones” habrían durado, probablemente, hasta el pontificado de León X (1513) quien, según parece, llegó a ser un ferviente aficionado a la práctica del juego.
 Y, a partir de aquí, de esas fechas, encontramos a diversos ministros de la Iglesia, entre los más distinguidos practicantes y estudiosos del juego. No se olvide que Ruy López de Segura, el mejor jugador del siglo XVI, era un clérigo nacido en Zafra (Badajoz); o que también era sacerdote el italiano Pietro Carrera (1573-1647), uno de los mejores tratadistas de su tiempo.  Recuérdese que Doménico Ponziani (1719-1796), sacerdote y canónigo, es considerado el mejor teórico italiano del siglo en que vivió…

En los dominios de la iglesia Oriental, se había condenado el ajedrez hacia finales del siglo XI. En 1081, Alejo I Comneno fue elegido emperador de Bizancio.; su hija Ana Comnnena escribió una biografía de su padre (la Alexiada) y en ella se  menciona  que el emperador jugaba apasionadamente al ajedrez. Un antiguo capitán de la guardia imperial, Juan Zonares, luego monje ortodoxo (+1118), en sus comentarios al derecho canónico de la iglesia ortodoxa,  dejó escrito que el art. 42 preveía la excomunión para el jugador de ajedrez, incluso cuando éste fuera un seglar. La siguiente centuria vio la mayor dureza en la lucha contra la práctica del juego.
   Muestras de la intransigencia de algunos rectores eclesiásticos y civiles, también han llegado hasta nosotros. El arcipreste Silvestre escribió en 1549 que aquellos que juegan al ajedrez “irán directamente al infierno y serán por siempre malditos”. En tiempos del zar Iván el Terrible, que murió mientras disputaba una partida, la colección Stroglav (Consejo de los Cien Capítulos, reunidos por el clero en 1551) incluyó el ajedrez entre los   ”juegos de posesión diabólica”. Parece que, todavía en el siglo XVII, el ajedrez estaba prohibido en Rusia. Al menos, he leído unos párrafos en los que se cuenta cómo, en el año 1649, el zar Alejo Mijailovich (1629-1676) se encontró a unos jugadores practicando el ajedrez y ordenó que fueran azotados y encarcelados.
Pero no sólo en el mundo cristiano estuvieron presentes las posturas a favor o en contra del juego. Según Maimónides (1155-1204) a los judíos les estaba prohibido jugar apostando dinero. Para Kalonymos en su obra Eben Hohan (1322) la prohibición era incondicional. Aaron Sason de Constantinopla recomienda que se evite jugar en Sabath. Pero en el siglo XVI el ajedrez estaba permitido como un pasatiempo en el Sabath; y llegó a ser costumbre en Alemania, utilizar piezas de plata  en honor a la festividad del día.


  La literatura judía contiene numerosas opiniones de los rabinos unas veces a favor y otras en contra. Según algún escrito antiguo, en España, jugar al ajedrez era sancionado por los rabinos. Sin embargo, tras una visita durante la peste de 1575, los tres rabinos de Cremona (Italia) declararon que, con la excepción del ajedrez, todos los juegos son “siempre perversos y causa de todas las desdichas”.

   El día 14 de enero de 1711 estalla un pavoroso incendio en el ghetto judío de la ciudad alemana de Frankfurt. El historiador alemán Johann Jacob Schudt (1664-1722) cuenta que, después del gran incendio, la comunidad judía tomó una resolución para prohibir los juegos por un período de catorce años. Esto ha sido interpretado por algunos como una prohibición para jugar al ajedrez; pero he tenido la suerte de poder consultar con un especialista en literatura judaica quien me ha aclarado que una de las excepciones a esa norma prohibitiva era el ajedrez pues, como el mismo Schudt indica, “no incrementa la avaricia sino que, al contrario, aguza la mente y exige reflexión.” Y, en línea con ese pensamiento, a los menores de catorce años les estaba permitido aprender el juego basándose en que, de esa manera, se agudizaba su inteligencia.

EN TIEMPOS MODERNOS…
Mejor se conocen, como es natural, los acontecimientos más recientes. Y ahora sí que podrá hablarse ya de auténticas prohibiciones…

CHINA.
Nuestro juego fue prohibido en China durante la revolución cultural que había comenzado en 1966. 

 “Lo que, en apariencia, era un  intento de profundizar en las metas revolucionarias del partido comunista chino, en realidad, era una espesa cortina de humo y sangre para ocultar una encarnizada lucha por el poder.” (César Vidal). 
Mao recurrió al uso del terror apoyado, fundamentalmente, en los guardias rojos. Millones de personas se confesaron culpables, sin serlo, de terribles crímenes y recibieron castigos, supuestamente ejemplares, que variaron desde las palizas a la deportación o la muerte.
   Los resultados de la que fuera denominada revolución cultural proletaria rayaron en lo absurdo. Como muchos instrumentos musicales eran de origen occidental fueron destruidos por pertenecer a una cultura contrarrevolucionaria. La misma suerte corrieron libros y obras de arte.
   En aquel tiempo, la Policía llegó a confiscar juegos que la gente tenía en sus casas. La Guardia Roja quemó públicamente muchos tableros de ajedrez y no sólo porque fuera un juego burgués procedente de Occidente, sino ¡porque era un juego ruso!
   Como siempre sucede en estas situaciones, las más graves consecuencias las sufrieron las personas. En el “A Modo de Prefacio” que precede a los textos de Liu Henche en su libro La Escuela China de Ajedrez se puede leer: “Por razones políticas bien conocidas, (Liu Henche) se vio privado de la posibilidad de jugar al ajedrez entre 1966 y 1976, época durante la cual ni siquiera podía alimentar a su familia. …. Con su andrajosa vestimenta, iba todos los días a la Biblioteca de Pekín para traducir textos rusos sobre ajedrez, que luego estudiaba de noche. Durante aquellos años tradujo más de un millón de palabras.
   Una vez suprimida “la banda de los cuatro” (detenidos en 1976), Liu Henche volvió al mundo del ajedrez.”
   Como sabemos, China es hoy una gran potencia en el juego milenario…

Con todo, las dos situaciones más lamentables por las que ha pasado el ajedrez en tiempos recientes, se han producido en países de mayoría musulmana y han tenido su origen en la intransigencia y en la radicalidad de los dirigentes religiosos islamistas.

IRÁN.
La Historia nos recuerda que, en 1979, Jomeini (1900-1989) regresó a Irán tras la huída del Sha, y presidió desde entonces la Revolución Islámica. Después de aprobar la nueva Constitución en ese mismo año, se le  convirtió en el supremo líder político y religioso de forma vitalicia. Fue llamado ayatolá, "regalo de Dios", título honorífico de los jefes religiosos shiíes. Pero pronto se comprobó que su régimen apoyaba a grupos terroristas y fomentaba la propagación de las creencias radicales fundamentalistas islámicas. Entre las medidas revolucionarias, el ayatolá Jomeini dictó, en enero de 1979, la prohibición que afectaba a nuestro juego. No sólo la representación en los trebejos de figuras humanas o de animales -que prohibe el Corán-, sino también su relación con las apuestas y el abandono de la oración, sirvieron de base a la condena dictada por la radical intransigencia religiosa. “El ajedrez es un juego diabólico que perturba la mente de quienes lo practican”, parece que fue la sentencia del ayatolá.
    El equipo de Irán que se había inscrito para participar en la Olimpiada de Buenos Aires, por razones obvias, no llegó a presentarse. Las carreras de Kamran Shirazi, Mershad Sharif y Khosro Harandi, jugadores con títulos  Internacionales y prometedor futuro, que hubieran ocupado los tres primeros tableros olímpicos, sufrieron un grave trastorno. Los dos primeros salieron del país. Shirazi se estableció en los EEUU. En cuanto a Sharif, Leontxo García me contó que “se vio obligado a huir de Irán porque allí era imposible seguir jugando y además podía ser tratado casi como un delincuente y tener serios problemas en su vida normal”.
    Otro equipo nacional vio perturbada su participación en la Olimpiada por causa de los sucesos del Irán. En la primera jornada de juego, un equipo tan fuerte como era entonces el de Filipinas no consiguió más que el empate contra Andorra, uno de los más débiles conjuntos de la competición. Pocos aficionados saben que esto fue debido a que el equipo asiático no tenía más que dos jugadores delante de los tableros de juego, pues otros cuatro componentes del equipo (Eugenio Torre, Ruben Rodriguez, Rico Mascarinas y Glenn Bordonada) estaban retenidos en Teherán, donde participaban en uno de los torneos del circuito Asiático que se jugaba aquel año. La situación de guerra civil que se vivía en Irán obligó a cancelar el torneo. El aeropuerto estaba prácticamente colapsado por extranjeros y partidarios del sha que se afanaban por abandonar el país…; y sólo gracias a la intervención de la Federación iraní, pudieron los cuatro maestros filipinos salir de Teherán.

El edicto de Jomeini causó una larga polémica entre los intelectuales iraníes, a consecuencia de la cual el ayatolá revocó públicamente la prohibición poco antes de su muerte y después de haber experimentado un cambio de opinión, llegando incluso a admitir el alto valor educativo e intelectual del juego. 
   Irán, que era miembro de la FIDE hasta 1976, estuvo “ausente” del organismo internacional hasta que se dio de alta de nuevo en 1990. Afortunadamente, Irán parece despertar… Si hace unos años sólo era un sueño que existiese un gran maestro iraní, en 2008 el país ya contaba con cinco grandes maestros además de una gran maestra femenina.

AFGANISTÁN.
Los organizadores de la XXXII edición de la Olimpiada  (Erevan, Armenia 1996) se enfrentaban a un serio problema para el que no encontraban solución. Habían transcurrido ya siete de las catorce rondas de que constaba la competición, y la representación de Afganistán no se había presentado todavía, ni nadie sabía dónde se encontraba. Por fin a las 4 de la mañana del mismo día en que debía celebrarse la octava ronda, después de un calamitoso viaje, exhaustos y sin dinero, aparecieron los seis miembros del equipo afgano masculino, terminando así con catorce años de ausencia de la competición olímpica, una ausencia que era debida a que el ajedrez (como el fútbol) estaba prohibido en la mayor parte de su país.

Los talibán surgieron de la unión de varios grupos de estudiantes  de las madrassas o escuelas islámicas de Afganistán. Muchos de sus miembros nacieron en campos de refugiados de Pakistán y se educaron en sus escuelas.  Allí también aprendieron la lucha de guerrillas y se prepararon para la toma de Kabul. Llegaron a controlar el 80 % de Afganistán pese a no ser reconocidos como gobierno legítimo por más de tres países. Habían declarado que su objetivo principal era imponer la ley islámica y conseguir un estado de paz…; en realidad, se instauró el terror en las calles.

 En septiembre de 1996 conquistaron la capital afgana implantando un régimen islámico severo y sorprendieron al mundo con algunas de sus acciones más extremas, como la voladura de los budas gigantes de Bamiyán. Entre otras muchas cosas se abolió el derecho al voto, se prohibió el acceso a la educación de las mujeres, vestirse con ropa extranjera, mirar a las mujeres, ver películas, escuchar música, … Desde su toma del poder, los talibán erradicaron la práctica del juego de ajedrez. La más radical interpretación del Corán y de las leyes islámicas por parte de los líderes religiosos condujo a tan drástica como arbitraria medida. Explicaré la situación con las palabras de Ajmal Jamshidi, secretario de la Federación Afgana en el exilio, quien por aquel entonces residía en Amsterdam: “En 1994 había unos veinte mil ajedrecistas activos en mi país. Muchos de ellos huyeron. De los que quedaron, 1900 fueron detenidos por actividades políticas o simplemente por jugar torneos clandestinos. Nos consta que fueron torturados y que doce de ellos murieron en el arresto. Todos los clubes de ajedrez fueron destruidos. Los tableros, las piezas y los relojes se vendieron en Paquistán y los libros técnicos fueron quemados”; todo lo cual, la policía requisaba hasta de las casas particulares.

En un artículo de Leontxo García,  El Jaque vuelve a Kabul, aparecido el 12.02.2002 en El País, se apuntaba:   “El ajedrez es una de las actividades, prohibidas por el régimen talibán, que ha vuelto a las calles de Kabul. Tras cinco años de partidas clandestinas de alto riesgo, 138 jugadores disputaron un torneo la semana pasada en total libertad.”

Aquí termino. 
Lo que dejo escrito es cuanto puedo aportar sobre este asunto. Nada nuevo, nada original. Ningún “descubrimiento” histórico, pues tal logro escapa a mis conocimientos. Mi pretensión es más modesta ya que sólo puede alcanzar carácter y forma de divulgación de unas informaciones dirigidas a aficionados del ajedrez que, quizás, nunca se pararon a pensar en tales cosas…y que yo he aprovechado, en esta ocasión, para ponerlas en el lugar que, muy probablemente, les corresponde.


1 de febrero de 2017

Cafés de Madrid

Julián Alonso Martín



Café. En España la introducción del café considerándolo tanto como consumición como establecimiento, estuvo unido a la mentalidad ilustrada del siglo XVIII. Junto a los Salones y los Clubes, los Cafés fueron medios de difusión de ideas ilustradas y científicas y lugares de sociabilidad que respondían a las nuevas costumbres y demandas de las altas clases sociales españolas. A mediados del siglo XIX se produjeron varios cambios en los Cafés: se reconstruyeron los viejos y se construyeron nuevos locales siguiendo la moda de París, fueron el marco idóneo para la burguesía y abrieron sus puertas a las mujeres.

Con los medios a mi alcance, no me ha resultado fácil conseguir información sobre los Cafés donde los aficionados madrileños se ejercitaron en el juego ni los nombres de conocidos ajedrecistas que pasaran por las mesas de aquellos locales. Así que, para empezar, no dispuse más que de las líneas siguientes (DEL LIBRO DE JOSEP ALIÓ)
Los aficionados madrileños de la segunda mitad del XIX se reunían en cafés como El Siglo (abierto en 1864, en la calle Carretas), Levante (Calle de Alcalá y luego Puerta del Sol) o Europa (Calle Sevilla).
Entre los jugadores destacados podemos mencionar a Celestino A. Rodríguez Valdespino (1828 – 75), Vicente Martínez de Carvajal (1840 – 1915) y, por encima de todos, Celso F. Golmayo y Zúpide (1820 – 98).

El Café de Levante que yo conocí se abría al público en el nº 5 la Puerta del Sol. Se estableció allí aproximadamente en 1860, después de que ya hubiera cerrado en 1857 el ubicado en la calle de Alcalá, inaugurado a mediados del XIX. A finales del siglo, era el más discreto, tranquilo y silencioso, de los cafés ubicados en el centro de Madrid. Por esta razón solían frecuentarlo militares retirados y otra gente mayor que huían del bullicio de otros cafés. Galdós, Mesonero Romanos, Martínez de la Rosa y otros muchos personajes conocidos se sentaron a sus mesas y participaron en las múltiples tertulias que allí se celebraban. Pero no acudían solamente hombres de letras y políticos, sino también jugadores de damas, ajedrez y billar. Estuvo en funcionamiento hasta 1966.
 
Detalle del Café de Levante en “Los viejos Cafés de Madrid”. No podemos asegurar que los parroquianos estén practicando nuestro juego; pero no se puede negar que el dibujante ha querido reflejar un tablero de ajedrez en primer plano.

Más adelante, y un poco por casualidad, recordé unos artículos aparecidos en la revista JAQUE (1987, nº 215, página 192) Su autor, Pablo Morán, abundando en lo ya apuntado aquí, añade sin embargo nuevos datos de interés para nuestro tema:
Hacia 1860 comenzaron a brillar en la capital de España una serie de jugadores que pronto adquirieron una cierta fama: VALDESPINO (Celestino A.R.) y Espino, eran dos jugadores diferentes aunque, con frecuencia, se confundieran; CELSO Fidel GOLMAYO y Zúpide; Vicente MARTINEZ de CARVAJAL, Gabriel DOMINGUEZ y Aurelio ABELA (1843-92) que fue el primer español que consiguió un premio en un concurso extranjero. Los citados, junto con algunos otros se reunían en el Café Europa que estaba situado en la calle Sevilla, esquina a Arlabán. A principios del año 1862 se constituyeron en Círculo con presidencia de Golmayo y siendo Carvajal su primer secretario”.
Como no he conseguido obtener más datos del Café Europa, sólo puedo decir algunas cosas de los jugadores que lo visitaron:
  • CELSO F. GOLMAYO y Zúpide. Es, sin lugar a dudas, el más famoso de los ajedrecistas españoles del siglo XIX. Su éxito más destacado se produce en 1867, cuando consigue el 7º lugar en el Torneo Internacional de París, el tercero de los grandes torneos de la historia del ajedrez (1º, Londres 1851, 2º, Londres 1862, ambos ganados por Anderssen).
Abogado riojano nacido en Logroño el 24 de abril de 1820. Buscando mejor fortuna, pronto (en 1863) se trasladó a Cuba donde ejerció como Fiscal del Tribunal Contencioso de la capital de la isla. Falleció el 1 de abril de 1898 en La Habana.
 Considerado en su momento el mejor jugador aficionado del mundo, Golmayo llegó a disputar matches con los mejores jugadores de la época: Morphy, Steinitz, Mackenzie, Blackburne, etc. También (debe decirse) que es el único ajedrecista español del XIX que obtuvo la categoría de MI (no existía entonces todavía el título de GM). 
No destacó solamente como jugador, sino también como organizador. Su principal labor fue la de impulsar el ajedrez en Cuba desde la ciudad de La Habana, organizando numerosos eventos de gran resonancia incluyendo las dos finales por el Campeonato Mundial, disputadas entre Steinitz y Chigorin en 1.889 y 1.892 respectivamente. En el año 1.865 se había fundado el Club de Ajedrez de La Habana, el cual llegó a ser el más famoso club ajedrecista del mundo a fines del siglo XIX. Golmayo fue su primer Presidente. Y podemos afirmar, sin ninguna duda, que la gran afición ajedrecística que existe entre los cubanos se debe en gran parte a Celso Golmayo.
Celso F. Golmayo
  • Vicente MARTINEZ de CARVAJAL. Nació en Almería un día del año 1840. Debió de residir algún tiempo en Barcelona y también en Madrid, pues como señala Pablo Morán, “a principios de 1862” los asiduos al Café Europa se constituyeron en Círculo bajo la presidencia de Golmayo y ocupando Carvajal el cargo de primer secretario.
Como hiciera anteriormente Celso Golmayo, se marchó a Cuba alrededor de 1868, buscando mejores oportunidades de hacer fortuna. Allí contrajo matrimonio con la pianista Elisa del Camino y estableció su residencia en la isla. De todas formas hizo frecuentes viajes a España y, en una de sus estancias, conquistó el campeonato de Madrid. En 1891 estuvo en Barcelona pues esa fecha se repite en diferentes fuentes para datar la victoria que José María Baquero obtendría sobre Carvajal en el encuentro que los enfrentó (+9-5=0), único que el almeriense perdió con los ajedrecistas barceloneses.
 
Vicente Martínez de Carvajal
Don Vicente fue administrador de la Aduana de Cienfuegos y, desde su cargo –dice la revista JAQUE MATE, editada en Cuba- “ayudó a la causa libertaria de nuestra patria”. Siendo Vicepresidente del Club de Ajedrez de la Habana en 1892 fue cesado en su empleo de Administrador de la Aduana de Matanzas por decisión del Gobierno de España. Como nota curiosa, señalaré que una hija de don Vicente, Laura Martínez de Carvajal, fue la primera mujer graduada en medicina por la Universidad de La Habana, un hecho sin precedentes ya que, hasta que no se concedió este permiso desde España, no era posible que una mujer obtuviera la licenciatura de medicina en Cuba.
En el año 1899, Martínez de Carvajal disputó en La Habana un pequeño encuentro de entrenamiento con el vigente campeón del Mundo previo a la defensa del título ante Chigorin. Aunque perdió por 4 a 1, ofreció fuerte resistencia al campeón y le derrotó en la siguiente partida. (Esta en Jaque 1987, p.225)
¿Qué fue de don Vicente en los últimos años de su vida? La guerra de independencia comenzó en Cuba en 1895 y, después de la intervención de los EE.UU., España tuvo que reconocer, por el Tratado de París (1898), la independencia de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Una nieta suya recordaba “cómo por el año 1908, residiendo en Nueva York, Capablanca iba a buscar a papá Vicente para llevarlo al Manhattan Chess Club”.
Martínez de Carvajal murió en Barcelona el año 1917.
Si la ausencia de Golmayo y Carvajal supuso un duro golpe para el desarrollo del ajedrez madrileño de finales del siglo XIX, no cabe duda de que la presencia de ambos por la misma época en Cuba, ayudó (y mucho) a consolidar el movimiento ajedrecístico que ya se hacía notar en la isla.


La valiosa foto corresponde a la lucha entre Steinitz y Chigorin por el cetro mundial, librada en la Habana en 1889. Junto a ellos, sentados, poniendo de manifiesto su prestigio en Cuba, vemos a Carvajal (junto a Chigorin) y Golmayo (en el centro). Ambos dejaron un profundo vacío en el ajedrez español, quizás paliado por el florecimiento del ajedrez en Cuba, cuyo feliz corolario fue la luminosa figura de Capablanca. Es una estampa romántica, íntima, de otros tiempos, que indudablemente ya no volverán. (Del artículo de J.A. Garzón)
  • He tenido la suerte de encontrar un magnífico artículo de J.A. Garzón sobre CELESTINO A.R. VALDESPINO, sin cuyas anotaciones no hubiera podido trasladar hasta aquí un mínimo de datos para poder acercarnos a esta casi desconocida figura del ajedrez español. Y sin embargo…“Fue este un jugador muy notable, de quien fueron discípulos aventajados los Sres. Golmayo y Martínez de Carvajal. Valiente en la concepción, de procedimientos brillantes, no había en la corte quien le resistiera” (Juan Capó. La Apertura Española o Ruy López, Barcelona, 1899).

Celestino Alonso Rodríguez Valdespino nació (1828) en Benavente, provincia de Zamora. Rodriguez y Valdespino eran, al parecer, los apellidos de su madre. Desde muy niño, en Benavente ganaba a todos en el juego de damas y a los 20 años era ya un consumado jugador de ajedrez. Fue funcionario del ministerio de Hacienda hasta el año 1867, cuando estableció en Madrid un taller de litografía. “Según nos comunicó Carvajal -dice Paluzíe- Valdespino era un verdadero genio ajedrecista, tanto, que de haber vivido en Alemania, en Inglaterra o en otra nación de ambiente más propicio que el nuestro al ajedrez, hubiera rivalizado con los más insignes maestros del siglo XIX”.

El propio Paluzíe comenta que Valdespino sostuvo varios encuentros con Golmayo en Madrid (parece que llegó a concertarse un match para celebrar al regreso de Golmayo del Torneo de París, 1867), “con éxito lisonjero, menos en los últimos tiempos de su vida, cuando su salud estaba del todo quebrantada por la enfermedad crónica (una enfermedad pulmonar) que le amargó la existencia, y le ocasionó la muerte (1875) en dicha capital”.

  • Gabriel DOMINGUEZ (+1891) muy afamado jugador de Madrid y habilísimo en los finales.Nos cuentan testigos oculares, que por los años de 1860 a 1870, existía en Madrid numerosa tertulia ajedrecística, que se reunía en el Café del Siglo, y de la cual formaba parte, entre otros, D. Gabriel Domínguez (falleció en Madrid, en 1891) llamado el papaíto, por ser el decano de la reunión, el cual hacía frente, a veces con éxito, al famoso maestro Valdespino.” (Juan Capó en “La apertura española o Ruy López”, editado en Barcelona 1899).

Del Café del Siglo solamente puedo decir que estaba en la calle Carretas y que se abrió el 24 de mayo de 1864.

  • Aurelio ABELA (1843-92). Médico de profesión y eminente compositor de problemas, muchas de cuyas obras se encuentran en la colección de Dufresne.

Cuando nos adentramos en el siglo XX, la creación de clubs con dedicación especial a la práctica del juego, desplaza a los jugadores hacia estos centros abandonando los Cafés. Claro está que los dueños de estos establecimientos no están dispuestos –en los tiempos que corren- a mantener abiertos sus locales a clientes que consumen tan poco “de pago” (café, bebidas,…) y tanto “gratuito” Mesas, tableros y fichas, luz, calefacción,…). El 11 de febrero de 1919 se registra en Zaragoza, la fundación del primer círculo ajedrecístico legalmente constituido en España…

Todavía pervive en Madrid un antiguo Café en el que pueden solicitarse tablero y piezas para disputar una partida de ajedrez: el Café Comercial, ubicado en la glorieta de Bilbao. Se trata de uno de los más antiguos de la capital. Fundado a finales del XIX, dio cobijo a numerosas tertulias literarias en el periodo de postguerra. Fue uno de los primeros Cafés en emplear camareras.

El mencionado Café abrió sus puertas en el mes de marzo de 1887 siendo su primer propietario Don Antonio Gómez Fernández. El local pasó a la familia Contreras (Don Antonio Contreras era oriundo de La Habana) en 1909 y cobró mucha fama, pues pasó a ser uno de los más concurridos cuando cerró, por obras, el Café Gijón. El aspecto que posee en la actualidad el establecimiento de la Glorieta de Bilbao refleja la gran reforma abordada por sus dueños en el año 1953. Posee dos entradas, una de ellas con puerta giratoria por la misma Glorieta. También tiene dos plantas: en la baja una barra y un espacio acondicionado con diversas mesas. En la planta superior se puede jugar al ajedrez a cualquier hora sin más que pedir un tablero y unas fichas al camarero, pues allí tiene también su sede el Club de Ajedrez Café Comercial

De los Cafés que “vivieron” las experiencias ajedrecísticas de los asiduos visitantes que buscaban su solaz ante el tablero durante la década de los cincuenta, cuando el siglo XX doblaba ya la mitad de su existencia, tengo alguna experiencia con notas y referencias que me gustaría ampliar…

Desde luego, el local más visitado era sin duda el Café Callao…

Yo mismo recuerdo, en el barrio de Argüelles, la Cafetería Maira, entre las calles Donoso Cortés y Guzmán el Bueno, donde tuvo su asiento desde 1956 el Club Maira, por donde pasaron jugadores de calibre como José Sanz, ex campeón de España, J.M. Fuentes, y R. Campuzano, ex campeón de Valencia.

Y con más detalle recuerdo también otro Café (Bar Jorpe) de la misma calle, Guzmán el Bueno 63, donde se fundó el Club Capablanca en 1957. César Estrada y yo habíamos abandonado el Don Bosco… Y, en el recién fundado club, coincidimos con Pérez Conde, el canario Cesaro (o Renshaw), Dedicación, Espejo, Pérez Arriaga y algunos más. En el torneo social, hice el mejor resultado de mi vida (8 ½ puntos de 10 posibles) y recibí como premio un trofeo y un juego de piezas de ajedrez que todavía conservo.

Un año más tarde, el 4 de agosto de 1958, comenzaba el primer torneo Copa de Campeones “Chardenet”, organizado por un club de reciente fundación, el Club Chardenet, cuya sede estaba en el Bar “El Albergue” de General Mola 202.

A Ricardo Lamarca debo todos los datos que ofreceré a continuación sobre la Peña Pomar pues, a pesar de ser contemporánea de mi paso por el ajedrez madrileño, nunca había oído hablar de este club. Se fundó, ¡exactamente!, el día 10 de octubre de 1958, con sede en un local de la plaza de la Moncloa nº6, donde abría sus puertas la Cafetería Los Alpes. El establecimiento era propiedad de Pedro Marchi Silvestre, un voluntario italiano que vino a España para participar en nuestra guerra civil al lado del general Franco. En el acta fundacional, que amablemente me ha ofrecido Ricardo, también figuran Rafael Ochando Pérez-Monte que procedía del Club Cristales de Canillejas y José Brotons Dil, experimentado jugador con conocimientos teóricos. Presidente se nombró a Ricardo Lamarca y Tesorero a Pedro Marchi.